Airamand I de Castilla alza la cara y contempla un cielo de verano limpio y despejado. La brisa de las montañas refrescada por la cercanía de la costa le azota suavemente la frente, e hinchando ampliamente los pulmones suspira hondamente, relajando sus facciones. Entrecerrando sus ojos, alza su brazo izquierdo protegido por un grueso guante de duro cuero de toro, sujentando un trozo de carne de venado entre las llemas de los dedos. Al poco tiempo, con cierta violencia, un inesperado halcón se posa con sus afiladas garras sobre el guante, devorando vividamente el sangrante trozo de carne. El rey lo observa con gracia, y despues de mesarle el plumaje con la mano derecha, le cubre la cabeza con una capucha diminuta para evitar que retome de nuevo el vuelo.
En estas fechas veraniegas, cuando la paz reina en los bosques castellanos, el arte de la cetrería mantiene activa las viejas articulaciones del soberano y su esbelto purasangre. El silencio se adueña de la escena, y permite al monarcar echar la vista atras, rememorando los agridulces momentos de su reinado.
Especialmente su primer visitante, que lejos de ofrecer paz, amistad, armonía y algún que otro presente, trajo el desafío de la espada y el espíritu materialista, acontando lo inacotable, y repartiendo lo que no tiene dueño. A la postre, Stelios el Temible resultó ser un contrincante noblemente desprevenido, y la guera con tal noble soberano ha sido especialmente triste por cuanto los vecinos no debieran sino alzar los brazos en señal de paz.
Del representante poláco escuetas palabras se pueden recordar, aún tememos si para bien, o para mal.
Del tercer visitante, hay una curiosa anecdota. Los malos augures traídos de los agrestes páramos nord-británicos, se volvieron en contra de su portador, y cuentan que en el fondo del mar del norte yace perdido por una tormenta de flores de lis. Airamand I llora amargamente la perdida de su querido amigo Breogham I de Escocia, mientras entrega el halcón a su ayundante de cacería, el cual libera un pequeño cernícalo en la inmensidad del cielo azul, tan azul como la bandera de aculla nación. Los perros, un tanto nerviosos, corretean por la espesa maleza, azuzando las posibles presas aladas.
Ciertamente fue un funesto comienzo de reinado, tan funesto como la tan repentina guerra que asoló y azotó la península ibérica de norte a sur. La ausencia del embajador Portugues, también ha sido duramente castigada, y al igual que el anterior, el Rey luso yace en el fondo del atlántico junto con la mitad de su bravo ejército.
El cuarto visitante, también trajo un cansino mensaje de amenazas y desesos ambiciosos de ultrajar la hegemonía castellana. Cuentan que el reinado de Sesp1 el navegante vive actualmente tiempos de duras tormentas, y sufre en sus propias carnes el justo castigo a su codicia. Restos de madera y velamen han arriado a la costas alicantinas, presagiando un funesto y repentino desenlace.
Mientras el cernícalo se cobra en pleno lance a una intrépida perdíz, Airamand I degusta un Tokaji Húngaro de sabor fuerte, con aromas silvestres y cuerpo en el paladar. Realmente esquisito el regalo del quinto y penúltimo soberano, Caudillo I de Hungría. Afortundamente no todo ha sido espinas de rosal.
La fuerza con la que se defiende la perdiz entre las tenaces garras de la rapáz, le recuerdan al viejo rey los compromisos pendientes de cumplir con este y otros soberanos, especialmente con quien fue el último visitante, el Emperador Mandoniologo, y su no menos especial regalo, "el brazo incorrupto de Santa Teodora de Roda", que tan eficazmente ha servido a las huestes castellanas para pacificar la península ibérica. La perdíz será sabrosamente sazonada con las especias bizantinas, mientras la comparte con sus generales, fieles servidores hasta la muerte.
Recuperando la conciencia cual madrugador despertar, el rey da ordenes para que sus sirvientes terminen la faena de recoger, limpiar y cocinar las recompensas del dia, y dándole una palmada en las crines de su caballo, emprende al trote la vuelta a sus aposentos.
Mañana, muy posiblemente, vuelva a ser un día de paz y prosperidad. ¿o no?