El joven emperador despertó temprano. Sentía que una nueva vida se iniciaba a partir de aquel dia y estaba ansioso por seguir la senda que el destino le había trazado.
Se enfrentó con paciencia a las numerosas ceremonias que marcaban el inicio de cada jornada del Emperador Bizantino. Los esclavos le trajeron aguas perfumadas de las más finas fuentes de los balcanes para su aseo matutino y dos doncellas lo vistieron de ricas sedas compradas más allá de los límites del desierto.
Saludo e intercambió buenos deseos con los numerosos cortesanos que se acercaron ese dia a palacio. Pasó revista a los ejércitos, vestidos de gala, que formaban desde primera hora ante la majestuosa mole de Santa Sofia. Intercambió opiniones y rezos con los patriarcas de la iglesia ortodoxa y despachó numerosas misivas hacia todas y cada una de las ciudades que le rendian pleitesia.
Al fin, cumplidos sus deberes para con sus vasallos. El Emperador Bizantino pudo recibir a los diferentes embajadores de lejanos reinos que aguardaban en la antesala...
Al caballero Airmand, de la noble y valiente Castilla.
El renombre de vuestra gentileza e hidalguia se ha extendido rapidamente por palacio. Ha llegado a nuestros oidos que incluso, temeroso de quebrantar la costumbre bizantina, habeis pasado la noche en nuestros jardines.
Nos es gozoso que un caballero como vos haya llegado a nuestra corte, pero seria imperdonable por nuestra parte no recompensar vuestro saber hacer.
Es por esto que os entregamos como presente diez sacos de especias del lejano oriente que esperamos que vuestro soberano encuentre de su agrado.
Tambien os ofrecemos, como hermanamiento entre nuestros pueblos, el brazo incorrupto de Santa Teodora de Rodas. Que sirva esta santa reliquia como simbolo de la amistad entre dos pueblos que, a pesar de diverger en la liturgia, comparten una misma fe en Cristo nuestro Señor.
La distancia entre nuestros reinos es grande, mas tan pronto como sea posible enviaremos un diplomático hacia vuestras tierras con propuestas para iniciar un tratado de comercio que sea beneficioso para los vasallos de ambos pueblos.
Al Gran Duque Isevolod:
Nada nos complace más que un enviado vuestro habite en nuestra corte. Los corceles que nos enviais, autenticos purasangre de las estepas rusas, habitarán en los establos de palacio y serán alimentados por la propia mano del Emperador. Mientras que los licores alegrarán aquellas noches en las que la nostalgia atenace nuestros corazones.
Sabemos de vuestras tribulaciones y nos admira que rodeado de tribus hostiles sigais izando alto el pabellón de la civilización y la ortodoxia.
El Imperio entero se congratularia si os avininierais a firmar un tratado de comercio entre nuestras naciones y , si os complace más adelante, establecer una firme alianza entre nuestros pueblos.
Al Mencey de Francia.
Mucho hemos agradecido vuestros obsequios y, ciertamente, han hecho más ligero y agradable nuestro despertar.
Se hace evidente en vuestros modales que procedeis de una linaje muy antiguo. El interes que despierta en nosotros la historia dinástica de los Menceyes de Francia es muy grande ya que vemos numerosos paralelismos entre nuestras naciones.
Dicen nuestros místicos que aquel que en las sombras conspiró para sembrar el mal en tierras francesas en un pasado no tan remoto, acecha, hoy, al Imperio Bizantino.
Esperamos con fervor que no sea más que otra de las muchas fallidas interpretaciones de esos viejos supersticiosos, pero nos gustaria contar como mínimo con vuestra amistad y vuestro sabio consejo por si tuvieramos que enfrentarnos con el mismo adversario que vuestros antepasados.
Al acabar la audiencia, Mandoniólogo I se retiró para orar en Santa Sofia. Después, tomó un breve refrigerio en compañia de sus generales que le informaron de las últimas novedades en la frontera con los turcos, y se retiró a sus aponsentos a leer los clásicos de la historia griega y practicar la filosofía.
Pasó la tarde cazando en compañía de sus consejeros más cercanos y disfrutó de un tibio baño y un masaje antes de la cena. Se fué a dormir pronto, no sin antes disfrutar de los placeres de la música y la danza en compañia de la corte y los embajadores venidos de otras tierras.
Ese fué su primer dia como Emperador.