Escocia. Una amplia zona llena de montañas, valles y lagos. El brillante color verde del cesped, humeda por las continuas lluvias y por la humedad de los Loch, en torno a los cuales vive aún el pueblo celta. Un pueblo bravo y guerrero pero ante todo un pueblo noble y amante de la paz, aunque haya que conseguirla a un alto coste. Destruyendo los idílicos paisajes de las tierras altas, tiñendo la hierba, las rocas y el mismo agua de rojo carmesí y dando un buen festín a los buitres y a los cuervos.
El pueblo celta ha podido vivir en paz durante siglos, solo interrumpida por pequeñas disputas internas entre clanes, pero a día de hoy el escoces es un pueblo unido y firme, que solo busca el equilibrio en sus tierras y en general en toda la isla de Gran Bretaña. Pero algo en los últimos años ha roto el equilibrio.
Viniendo desde Normandía, Guillermo el Conquistador se apropió del trono de Inglaterra y se extendió por el sur de la Isla. Desde Londres, los avariciosos ingleses, planean extenderse a Gales, Irlanda y Escocia acabando con la paz que reinaba en la isla y buscando establecer un reino con el único objetivo de llevar la guerra a los pueblos más pequeños para hacerse con sus tierras, mujeres, ganados, cultivos...
A pesar de las iniciativas tomadas por diversos señores escoceses, las ratas inglesas juraron no darse por satisfechas hasta haber quemado todos los pueblos escoceses. Los señores, volvieron a sus tierras viendo como las grandes mesnadas en su origen normandas, se encaminaban a poner en jaque a la monarquía galesa.
Los nobles escoceses, en asamblea, debatieron largas horas sobre que hacer ante tal invasor. El pueblo celta, era un pueblo pequeño. Vivía en pequeños pueblos y no en grandes ciudades como sus nuevos vecinos sureños. Además los escoceses contaban con muchos menos hombres, peor equipamiento, peores medios, no tenían maquinas de asedio... Los arqueros ingleses eran famosos por su gran capacidad para hacer llover muerte desde largas distancias, al igual que los arqueros galeses que pronto abrazaría las enseñas londinenses. Además la pesada caballería inglesa era capaz de arrollar ejércitos enteros y los pocos jinetes escoceses no tendrían opción alguna de poder sobreponerse ante sus apabullantes enemigos.
Mientras se exponían estos términos, la moral de los nobles empezó a decaer seriamente hasta que uno de ellos se alzó, gritando y exigiendo silencio ante los desalentadores gritos de sus compañeros.
- Nobles señores de Escocia. Amigos. Familiares. Hermanos todos. Esta claro que el ejercito ingles es superior al nuestro en todos los aspectos. Como ya hemos dicho, nos superan tanto en el aspecto humano, como en el material. Pero... ¿de verdad queréis que rindamos nuestras tierras... las tierras de nuestros padres... las tierras de nuestros antepasados... las tierras de nuestras mujeres... las tierras de nuestros hijos... Queréis rendir aquello que es nuestro desde hace generaciones y que es nuestro método de subsistencia, así como el de nuestras familias? Yo opino que debemos plantar cara.
Ante esta última afirmación, la asamblea enmudeció. Alguna risa sarcástica resonó entre las paredes de piedra.
- Puede que no ganemos esta guerra. Puede que muramos en esta guerra. Pero desde luego morir defendiendo Escocia es mucho mejor que rendirla y humillarla para ver como nuestros hijos son educados por esas ratas y nuestras mujeres fornicadas una y otra y otra vez por esos bastardos. Si hay algo que tenemos y esos ingleses desconocen, es nuestro valor. Nuestro amor a esta tierra. Nuestro conocimiento de ella. Nuestro arrojo y empeño en la defensa de lo nuestro.
Los nobles escuchaban atentamente las palabras del joven noble que hablaba con tal seguridad.
- Escuchar lo que haremos. Dejaremos que los ingleses piensen que vamos a rendirnos ante su autoridad. Que así lo crean. De esta forma nos darán tiempo, ya que no nos verán como un peligro. Se centrarán en su campaña en el oeste. Mientras señores. Todos y cada uno de nosotros partiremos hacia nuestras respectivas tierras y contareis que pensamos hacer. Como buenos escoceses todos acudirán a la llamada portando espadas, hachas, escudos o lo que tengan a mano. Dentro de tres meses, nos reuniremos en York, donde nos reagruparemos y partiremos, aprovechándonos de los bosques del lugar hacia suelo inglés y atacaremos con rabia, con ira y sobre todo con fuerza, para asegurar que la paz volverá donde los ingleses han osado pisar. Así que nobles de Escocia. Partid! Partid prestos!
Ante estas ultimas palabras, toda la asamblea se levantó y aclamó al grácil orador. El más anciano de todos los nobles, proveniente de las más norteñas tierras, se acercó al joven entusiasta.
- Joven Breoghan. Me arrodillo ante ti y pongo mi espada a tu servicio para que nos guies en esta dura campaña. Que así sea. Que a partir de hoy, todos los pueblos libres de Escocia, sigan a Breoghan como Señor de Señores.
Ante estas emotivas palabras, todos los nobles uno a uno fueron arrodillandose ante Breoghan que empezaba a sentirse emocionado y su cara empezó a enrojecerse, haciendo juego con su tartán azúl y negro.
Y así fue. Los señores partieron a sus pueblos. Una veintena de hombres a caballo partió al galope desde allí. El pueblo celta, lucharía unido por una causa justa.
Maravilloso,si señor,me he emocionado con este post.Millones de gracias Ismaylive,que grande eres.
Por cierto,lo de la ambientacion le da aun mas si cabe,toda la epica que merece tal escrito.Impresionante :bab: :bab: :bab:
Tres meses pasaron y la gran mesnada céltica se reunió en los campos de York. La enorme pradera pronto sirvió de campamento para el grandioso ejército. En su mayoría eran campesinos y villanos pero ante todo dispuestos en dar lo que fuera por defender sus tierras del enemigo inglés. Sin duda el arrojo de ese ejército sería capaz de hacer retroceder a los ingleses, aunque todos sabían que sería una campaña dura, difícil y sobretodo sangrienta.
Los lideres se reunieron en la tienda de Breoghan que les esperaba vestido con su mejor armadura. Uno a uno los nobles de toda Escocia fueron entrando y arrodillandose ante el nuevo Rey que automáticamente les hacía levantarse, pues no quería ver a sus hermanos como siervos, sino como lo que eran. Hermanos. Hermanos de sangre que morirían si era necesario para defender su tierra.
Una sonrisa iluminaba el rostro pintado de Breoghan, y así, se dispuso a hablar.
-Hermanos e hijos de Escocia. Veo complacido que todos habeis respondido a mi llamada y ahora todos los escoceses estamos reunidos en un mismo lugar, portando una misma bandera y buscando un mismo objetivo. La expulsión de esas ratas inglesas de nuestra isla. Os informo que nuestros diplomáticos ya han informado a la corona inglesa y les han hecho creer que seremos sus vasallos y esperamos su llegada triunfal en cuanto concluya la campaña de Gales. Hemos intentado también contactar con la monarquía galesa pero nos ha sido imposible cruzar las lineas inglesas. También me alegra informaros de que hemos hablado con su Majestad el Rey de Francia, que ha prometido ayudarnos en nuestra campaña y atacará Caen y Normandía, la fortaleza inglesa en el norte de Francia en cuanto nosotros invadamos Notingham.
-Así que... - interrumpió uno de los nobles- Nuestro primer objetivo será Notingham... Ese gran castillo.
- No. No lo será. Creo que si queremos dar un duro golpe a los ingleses, debes atacar en su corazón. Nuestro primer objetivo será Londres.
Un murmullo general de sorpresa invadió la sala mientras todos miraban atentamente a su Rey.
- Hemos fondeado en la costa una pequeña flota que nos transportará hasta el mismo Tamesis, donde desembarcaremos y tomaremos con todo nuestro poder Londres. Desde allí, invadiremos hacia el norte para tomar Notingham y posteriormente devolver la libertad al pueblo galés.
Los nobles se sorprendieron ante semejante estratagema. Sería arriesgado pero sin duda sería un golpe mortal para los ingleses, cuyas mayores fuerzas se hayaban en la zona mas norteña de su reino. Tras mucho meditar, finalmente, los nobles alabaron el plan de Breoghan.
Salieron de la tienda y cada Señor fue a reunirse con sus respectivas tropas. Breoghan se dirigió en busca de su joven hijo de no más de 17 años, Edward. Este había insistido continuamente en acompañar a su padre en la campaña, pero Breoghan le había ordenado quedarse allí, por si algo le sucedía y que si de verdad quería ayudar a la causa, se encargara de ayudar desde la retaguardia. Tras mucho discutir a causa de la rabieta de Edward por no poder seguir a su padre, este aceptó a regañadientes quedarse en York, supervisando los envíos de ayuda que venían desde el norte.
La pequeña flota esperaba y una a una, las pequeñas galeras fueron cargándose hasta arriba de suministros, armas y valientes escoceses. Y finalmente, con el sol en lo alto, las velas se hizaron y la flota partio.
Edward miraba con orgullo el horizonte sin perder de vista el barco de su padre al que desgraciadamente no sabía que no volvería a ver jamás. Cuando los barcos se perdieron en el horizonte, este volvió al campamento junto con los que allí habían quedado donde esperarían noticias de los soldados.
El barco de Breoghan lideraba al grupo. Con viento a favor y sin perder de vista la costa a su derecha, la marcha hacia el Tamesis se iba haciendo amena, cosa que el whisky y las gaitas ayudaban también.
Pasaron un par de jornadas cuando en el horizonte se vislumbró otra flota. Los escoceses se alertaron, pues aquella no era una flota de guerra, sino de transporte, y no serían capaces de enfrentarse a una batalla en el mar. Los últimos informes situaban a la flota inglesa lejos, en el Canal de La Mancha, de forma que el camino hacia Londres sería seguro, pero... ¿Quíen conformaba entonces aquella extraña flota que se dirigía hacia ellos?
Los escoceses decidieron esperar y Breoghan intentaba discernir que bandera enarbolaba aquella flota. Una bandera azul... de un azul más claro que su bandera de Escocia... Aunque unos puntitos blancos recorrian la bandera... Unos puntitos... Flores de Lis!
Cuando la flota ya estaba casí sobre ellos, pudieron averiguar la pertenencia de aquella flota. Cuando Breoghan advirtió de que se trataba de una flota francesa, los celtas se relagaron, esperando que fueran refuerzos o ayuda para su campaña, o noticias desde el sur. Quizá Normandia ya hubiera caido...
Pusieron rumbo hacia la flota francesa para hablar con el capitán e invitarlo a un vaso de whisky. Breoghan saludo a gritos a sus aparentes amigos cuando otra flota mucho mayor surgió tras ellos. Pensaron que se trataría de otra avanzadilla francesa, pero esta no mostraba flores de lis a la vista, sino banderas negras.
Cuando Breoghan se percató de la trampa ya era demasiado tarde. Una lluvia de flechas de fuego salió desde las cubiertas de los barcos de guerra franceses impactando contra los pequeños y poco estables barcos escoceses que, sin poder reaccionar prendieron en el acto, incinerando a los tripulantes que no habían sido ensartados o que no habían sido lo suficientemente rápidos para arrojarse al mar y en ese caso morir ahogados.
Se sabe que Breoghan subió a lo más alto de su barco, agarrándose a la gran bandera azul con la cruz blanca, donde comenzó a llorar siendo consciente de la traición francesa y viendo que su sueño de una Gran Bretaña pacífica y un pueblo escocés unido, se hundía con el en el mar.
Varias semanas pasaron y Edward y los que aún estaban en York, comenzaron a percatarse de que la presencia inglesa en la zona disminuía, pues las tropas eran movilizadas al sur. Todos confiados intuían que partían a Londres, para intentar salvarla del poderío celta, pero un día, un robusto hombre de muy mal aspecto, cuyos ropajes parecían roidos llegó al campamento. Edward se acercó a él esperándose lo peor. No podía ser. Los ingleses no podrían haber parado a la arrolladora fuerza escocesa, pero las noticias fueron mucho peores.
El superviviente del naufragio masivo expuso que ni si quiera llegaron a plantar cara a los ingleses e informó que la flota francesa continuaba su ascenso hacia el norte. Él, Edward, como heredero directo de Breoghan había quedado al mando. Su noble padre y todos y cada uno de los señores de Escocia había muerto ante la vil acción de los franceses.
Ante tal noticia, Edward se derrumbó. Lloro muchas horas por el dolor de haber perdido a su padre, a todos sus hermanos escoceses y al ver el hundimiento del sueño de todos. Finalmente se despejó y con ira y rabia en los ojos montó su negro corcel. Quién le vio pudo advertir que sus ojos estaban inyectados en sangre y su rostro parecía el de un asesino. Su cómoda vida como hijo de noble, había llegado a su fin.
Necesitaba reflexionar, pensar. No podrían hacer nada ante el avance francés sin un ejército, pero estaba dispuesto a no vender sus tierras, ni la memoria de los suyos a un bajo coste. Sus "hermanos en la fé" pagarían caro su afrenta.
Según montaba su corcen, agarró el crucifijo de madera que llevaba al cuelo y lo arrojó con ira al suelo. Se encaminó a una iglesia perdida, cerca de York y la predió fuego tras haber destruido todas las figuras y símbolos que en ella se guardaban. Pintó su piel de color azul y se encaminó al galope hacia los oscuros bosques, buscando a los viejos druidas olvidads que aún moraban la isla, continuando con los ancestrales ritos celtas anteriores al cristianismo. Magias oscuras para los que no sabían entenderlos. Bendiciones y ayudas. Foma de vida para ellos. Para él, Dios había muerto, al igual que su padre, y solo los viejos Dioses podrían guiarle en este momento. Haría memoria a los grandes héroes como Cuchulainn y Finn y haría grandes ofrendas al Gran Dagda tras su llegada. Rememoraría a Nuada, el de la mano de plata. A los guerreros irlandeses del Ulster, celebraría Veltaine, Shamain... Ancestrales ritos olvidades. Creencias pérdidas que siempre le habían fascinado. Que Lugh le diera toda su fuerza...
Ahora mismo me interesa mas saber como acabará esta historia, si el mezquino francés pagará el precio de su traición o si Breoghan llegará a ser el caudillo de una nueva era céltica que el mismísimo destino de la propia Constantinopla.
Ahora mismo me interesa mas saber como acabará esta historia, si el mezquino francés pagará el precio de su traición o si Breoghan llegará a ser el caudillo de una nueva era céltica que el mismísimo destino de la propia Constantinopla.
Bravo!
Breoghan esta muerto en el mar... :P Ahora es Edward el que sigue sus pasos abrazando sus viejas creencias
El otoño llegaba a su fin, y con él daba comienzo al frío invierno. Dos largos años habían pasado desde que Edward partiera en busca de los antiguos Druidas. Durante todo ese tiempo, Edward había vivido en comunidad con ellos, aprendiendo sus olvidadas costumbres, sus paganas creencias y de su infinito saber. Dos años aislado por completo del mundo pero que, a pesar del dolor de la pérdida de su valiente padre Breoghan a manos de los traicioneros piratas franceses, y a sabiendas del peligro que corría su gente, habían sido de lo más reconfortantes para él. De todo lo que los druidas enseñaban a Edward, había una leyenda que le atraía especialmente: La Leyenda del Salmón de la Sabiduría.
El "Bradán", que era el nombre gaelico de este salmón, se decía que había engullido nueve avellanas de los nueve avellanos que crecían alrededor de la perdida Fuente de la Sabiduría. Al hacer esto, el salmón, de forma inconsciente, adquirio todo el saber y conocimiento del mundo, y durante mucho tiempo fue buscado por los más destacados héroes irlandeses, galeses y escoceses. Hay quien aseguraba que el propio Finn, el poeta, había logrado encontrar al animal, pero lo que si que se sabía es que de ser real la leyenda, el salmón seguía escondido en aguas desconocidas.
Edward estaba dispuesto a enprender la busqueda del salmón, ya que esperaba que con su ayuda, sería capaz de sacar a su pueblo de aquellos tiempos de miedo y dolor y sería capaz de hacer sonar las gaitas y los tambores en el corazón de París.
Mientras todo esto sucedía, los franceses continuaban su impía campaña en Gran Bretaña. Londres y Notingham estaban bajo asedio francés y el propio Roi, había capturado York haciendo que los escoceses que allí quedaban, partieran hacia las Tierras Altas, lo que hizo que el propio Papa de Roma excomulgara al Soberano Francés.
Los druidas señalaron a Edward que ya era el momento de partir y para ello celebrarían una última ceremonia antes de nombrarlo druida y de dejarlo partir. La nocturna festividad tuvo lugar en lo más oscuro de los bosques de la región y Edward estaba emocionado. Tras dar las gracias a sus maestros y tras recibir una hoz simbólica, a la luz de las llamas, se dirijió a los presentes con un aspecto capaz de aterrorizar a cualquiera, debido a las tribales pinturas que recorrían su cuerpo.
El discurso de Edward, no se ha conseguido recopilar, pero si se sabe una cosa. Desde ese mismo día, Edward dejó de existir. El joven decidió a partir de entonces responder al noble nombre de su padre, Breoghan. Y así a la luz de la luna, Breoghan se puso en marcha hacia York, pues antes de emprender su búsqueda del "Salmón de la Sabiduría", debía dejar claro a los franceses la que les esperaba en el futuro.
Aún de noche, el bravo Breoghan llegó a las afueras de York, donde unos campesinos franceses descansaban en la paz del hogar. Breoghan se acercó hacia la casa y les aseguró que vivirían pero antes debían partir hacia el pueblo para informar que el espíritu de Breoghan había vuelto reclamando Venganza.
Los asustados campesinos partieron rapidamente y dieron la alerta en la aldea, que rápidamente se puso en pie. York no era una gran ciudad ni mucho menos, sobretodo desde que Le Roi mandase derribar todos los edificios de la ciudad salvo las casas, pero aún así parecía expecialmente alerta. Aprovechando que la luz de la luna no le descubría y el velo de la noche le hacía casi invisible, al galope, Breoghan se internó con cuidado en la aldea, donde pudo ver como una pequeña guarnición de soldados pesados perfectamente equipados y pertrechados estaban alerta.
La luz de la luna resaltaba en las metálicas armaduras de los soldados de la élite francesa. Aprovechando el despiste de uno de los soldados que estaba situado en un pequeño callejón, Breoghan se acercó con cuidado por detrás, clavando su espada en las entrañas del soldado, al tiempo que tapaba la boca de este para evitar que diera la alerta. Al caer el inerte cuerpo, los ropajes azules y blancos empezaron a llenarse de sangre que parecía negra en la oscuridad, pero eso no fue lo que llamó la atención de Breoghan, sino las flores de lys forjadas en la armadura que indicaban que ese soldado pertenecía a la guardia personal de la familia gobernante de Francia. Eso significaba que un importante cargo francés pagaría esa noche por la traición francesa.
Con cuidado y sigilo, enfundado en su capucha y su capa de color verde oscuro, fue abriéndose paso hasta el edificio que parecía ocupado por aquella importante figura. Era una casa de dos pisos con un amplio balcón. Las ventanas de la casa indicaban que dentro estaban alerta, pues había antorchas encendidas iluminando toda la estancia. En el balcón una figura oteaba el horizonte. Sus rasgos más delicados que el resto de los soldados y su escasez de armaduras tan pesadas e incomodas, daban a entender que la figura debía ser el general refugiado. Muy propio de un noble francés el sentirse incomodo enfundado en una armadura... Pero algo llamó la atención a Breoghan de la silueta... No podia ser... ¿Iba a ser tán fácil?...
Al ver aquello Breoghan decidió que no podía esperar más. Aprovechandose de un pequeño corral que tenía la casa, logró escalar hasta el segundo piso, donde dos guardias le esperaban espada en mano. Breoghan cargó con rabia y esquivando ambos espadazos, logro amputas la pierna de uno de los presentes, derribandolo así. A todo correr, Breoghan logró bloquear la puerta que daba con el piso de abajo, pues sin duda los gritos del herido llamarían la atención de los presentes. Tras unos minutos de intensa lucha, los soldados llacían muertos y los franceses del piso de abajo, daban golpes contra la puerta, pero Breoghan con paso decidido y con una sonrisa sádica en su rostro que hacía juego con las azules pinturas y el aspecto sombrío que imprimía la capucha druidica, se encaminó al balcón y de una patada abrió la puerta encontrandose con la importante figura que ya esperaba su llegada.
EL francés agarró su espada y cargó contra Breoghan que apartandose a un lado esquivo el golpe. El joven druida propino una buena patada en la parte anterior de la rodilla, que sin ningun tipo de defensa, cedió ante el golpe, de forma que el noble francés quedaba de rodillas ante Breoghan que agarrando su nueva hoz dorada y de un limpio corte, aprovechó para sesgar la cabeza del rival que cayo rodando dentro de la sala. La sangre empezaba a inundar el balcón y un ruido metálico llamó la atención de Breoghan. Era ni más ni menos que aquello que le había llamado la atención desde el piso inferior. Una dorada, decorada y valiosa corona de oro. La corona de Francia.
Breoghan agarró la corona, embadurnada en la sangre del fallecido regente y colocandosela sobre su capucha empezó a gritar... Aunque más que gritos parecían aullidos. Todo el pueblo se sobrecogió ante esto y pudo contemplar a la tenebrosa figura de Breoghan con la corona francesa sobre su cabeza. A la par de esto, varias antorchas se iluminaban en el horizonte, era ni más ni menos que los escoceses huidos de York que, alarmados por los druidas, volvían a recuperar lo que era suyo por derecho.
Los franceses, al ver aquello y pensando que la figura era ni más ni menos que el espíritu sediento de venganza del ahogado rey Breoghan emprendieron la huida al sur a velocidad endiablada.
Varios días pasaron hasta que la normalidad se recuperó en York. Había mucho que hacer y que reconstruir tras la ocupación francesa pero todos trabajaban encantados al estar junto al valeroso druida que reunió a su pueblo para un último festejo.
En primer lugar, Breoghan alzó ante todos un pequeño cerdo que pataleaba confundido y, en el nombre de los antiguos héroes y dioses, posó la corona francesa sobre la cabeza del cerdo y lo proclamó ante todos el nuevo Roi Puerco I de Francia. Ante la pública humillación de la corona francesa, todos rieron y celebraron aquel logro.
Tras el largo festejo, Breoghan aprovechó también para anunciar la caída del Reino Escoces para dar paso al nuevo "Linaje Celta" cuyos primeros héroes y mártires, habían perecido en el mar. Los gemidos de dolor de las gaitas y los golpes de rabia de los tambores, alzaron esta triste despedida a los héroes celtas...
¡¡¡ALBA GU BRATH!!!
Me encantan tu roleo, Isma, está muy muy muy bien, se le encoje el corazón a uno leyéndolo.
A parte, muy bien elegida la ambientación, como la historia del salmón, cuya silueta está en todas las farolas del casco antiguo de Glasgow, y la segunda canción suena en Inverness cada año por parte del cuerpo de Highlanders Juniors.
De verdad, es que, al oirlo, es como transportarte a Escocia, o Alba, es fantástico
Muchos creen que el tiempo es como un río, que fluye seguro y veloz en una dirección. Pero yo le he visto la cara al tiempo, y os aseguro que no es así. El tiempo es un océano en medio de la tormenta… Os preguntaréis quién soy. Venid, os voy a contar una historia como ninguna otra que hayáis escuchado antes…
