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TEMA: Historias de Constantinopla

Historias de Constantinopla 04 Nov 2009 00:53 #37263

Keirós Padoulos, el ministro de la guerra del imperio griego, se despertó envuelto en un sudor frío. Reprimiendo un grito de agonía se palpó el cuello mientras sus ojos buscaban, desorbitados, una referencia para salir de la pesadilla. Hacía días que el ministro no dormía una noche seguida. Esperaba y temía el día que el Emperador le mandara llamar para rendir cuentas acerca del curso de la guerra.

No le faltaban razones a Keirós Padoulos para preocuparse por su gaznate. Últimamente el emperador había mostrado un humor variable. Ya no era aquel adolescente despreocupado que había encontrado en la dirección del imperio un alegre pasatiempo muy llevadero si se aderezaba con los refinados placeres de la corte. Con la edad, el emperador se había vuelto un hombre adusto, seco y severo. Las iniciales victorias sobre los rebeldes habían hecho que una oleada de euforia recorriera el país, pero los acontecimientos que se iban desencadenado desde los incidentes de Heraclion eran cada vez más preocupantes y el ánimo del emperador se ensombrecía cada vez más.

El ministro sabía cuan inconveniente era portar malas noticias a los poderosos. Por eso había evitado la corte estos últimos días. Sin embargo, el día de rendir cuentas ante el emperador había llegado y aunque había preparado una defensa desesperada sabía que sus faltas daba poco margen al perdón: El desastre diplomático con el bloque del Sacro Imperio Romano había resultado mucho peor de lo esperado. El sultán Egipcio no se había atendido a razones y había expulsado al ejército bizantino de la isla de Heraclion. Hungría, al revés de lo planeado, había invadido Bizancio y contaba, al parecer, no solo del apoyo de Alemania, sino también de los ejércitos de la lejana Francia.
Keirós se consideraba a si mismo un hombre ducho en las artes de la política, su carrera en la corte bizantina había sido, si no rápida, si estable y segura. Aún así no conseguía atar los cabos. Se le antojaba contra toda lógica una alianza entre Alemania y Francia pero los hechos parecían demostrar lo contrario. Alemania estaba usando a Hungría como protección ante Bizancio para poder conquistar Polonia libremente y estaba dejando que Francia se recuperara sin ninguna presión de su guerra con Escocia y se convirtiera en poco tiempo en una potencia imparable. Alemania había vendido Europa entera al francés a cambio de los territorios de Polonia. No podía ser, la lógica decía que no, pero los hechos ya no cuadraban con ninguna otra hipótesis.

Keirós Padoulos venía de una rica familia de comerciantes de seda y no era capaz de concebir como alguien había sido capaz de aceptar tan mal negocio para todas las partes teniendo una contraoferta mucho más rentable. Tal vez había sido ese pragmatismo el que llevo al ministro de la guerra a cometer tantos errores.

Se levantó ya totalmente desvelado y salió al balcón de su palacio. Situado entre el circo y Santa Sofía, era una casa de estilo antiguo pero no exenta de comodidades. Desde su amplia balconada se dominaba la gran avenida que acababa en la misma puerta de la ciudad. En el otro extremo, el palacio del emperador se erguía, poderoso, por encima del resto de tejados de la ciudad.

Por encima del sordo rumor de la noche de Constantinopla, se distinguió claramente el agudo tono del metal chirriante. Las puertas se abrían y daban paso a un jinete. En la distancia, Keirós creyó distinguir los colores de su cuerpo privado de mensajeros a caballo y el corazón le dio un vuelco. Si sus ojos no le engañaban, cabalgando por la avenida principal de Constantinopla se acercaban a su casa los informes que esperaba. De los resultados de las batallas en el norte y en Tesalónica dependía su futuro. Si eran malas noticias el emperador no mostraría compasión alguna pero si había habido victorias, tal vez la sangre enemiga calmaría la ira del soberano.

Sobreponiéndose, el ministro Padoulos se obligó a si mismo a permanecer en su aposento y esperar a que el mensajero fuera conducido a su presencia. Ante todo, un ministro del imperio griego debía mantener la dignidad. Sin embargo no pudo evitar un temblor en las manos cuando recibió los sobres lacrados con los sellos de sus generales. Tras despedir al mensajero, se sentó en la mesa de su despacho, hizo que le sirvieran un ligero ágape y, una vez en soledad, abrió el primero de los pergaminos:




Al Ministro Keirós Padoulos del General en jefe de los ejércitos Bizantinos.

Nos complace anunciarle la toma de Bucarest y Bran. Vuestra argucia tuvo éxito y tras un rápido asalto a Bucarest asaltamos Bran donde las tropas que habíais infiltrado nos dieron paso franco hasta la ciudadela.

Nuestras pérdidas no han sido numerosas a pesar de que los húngaros lucharon hasta el último aliento. El último asalto a la ciudadela de Bran fue en verdad sangriento y destacaron en acción el primer y tercer regimientos de lanceros de Tesalónica, así como los recientemente entrenados regimientos de Vardarotai, que no dudaron en desmontar y atacara pie en los momentos más encarnizados del combate.

Escribimos desde Bran, donde esperamos que acabe el invierno mientras nos aprovisionamos para continuar la campaña. No hay enemigos en los alrededores y se prevé una estación tranquila aunque por precaución mantenemos las dobles patrullas en las zonas montañosas.

A vuestro servicio

General Dragos Praxenes.




¡Buenas noticias! El Ministro Keirós suspiró con alivio. Ah! El General Praxenes. Siempre había sido un hombre eficaz, pensó. Había valido la pena invertir en un buen equipo de agentes dobles que abrieran las puertas de Bran. Aquella había sido una acción en la que no se podían correr riesgos y asignarla a Praxenes había sido un acierto. El emperador estaría contento. Si tan solo en Tesalónica....

Abrió el segundo sobre rompiendo el sello del Ejército Imperial.



De Prousenus de Plaguna a Keirós Padoulos.

Señor, en el día de ayer mi ejército liberó Tesalónica del asedio a que estaba sometida.
El ejército Húngaro se ha retirado a las montañas, pero un ejército Alemán ha acampado a la vista de las murallas de la ciudad.

Mantenemos el ejército Alemán bajo vigilancia, pero han llegado malas nuevas desde Corinto. Campesinos que huyen explican escenas de devastación y dicen que la bandera Francesa ondea en lo alto de la ciudadela.

No podremos garantizar la seguridad de la zona durante mucho tiempo si no enviáis refuerzos de inmediato. Desconocemos la cantidad de tropas francesas que han sobrevivido a las batallas de Corinto pero podría tratarse de un número elevado.

Comunicamos idénticas noticias a nuestro real primo.

Esperamos rápida respuesta.
Prosenus de Plaguna




¡Corinto había caído! Y para empeorar las cosas el emperador habría recibido la noticia esa misma noche. Las noticias de Tesalónica eran positivas, sin duda, pero lo de Corinto era terrible. ¡La mayor fortaleza de Grecia en manos francesas! Keirós se pasó la mano por los desordenados cabellos y deglutió con dificultad. No creía que Francia estuviera invadiendo realmente a Bizancio. Tenia que tratarse de una acción en pago de otra. Pero sin duda había perjudicado muy gravemente los intereses Bizantinos hasta la fecha. Casi más que Alemania y Hungría juntas.

El cielo empezó a clarear y Keirós Padoulos, Ministro de la guerra del Imperio bizantino, salió de su casa hacia el palacio real. Los guardias que le acompañaban en aquella fría mañana, intuyeron que aquel era el comienzo de un día crucial en la vida del ministro y se mantuvieron respetuosamente a distancia durante todo el trayecto. Una vez en palacio, la Guardia Imperial sustituyó a la ministerial. Así escoltado, Keirós Padoulos fue llevado hasta la alcoba del emperador.

La noche siguiente, estando de permiso en una taberna, los guardias que lo habían acompañado comentaron jocosamente como había entrado el Ministro a ver al Emperador: con la mirada perdida mientras se masajeaba el cuello y estrujaba unos papeles con la mano izquierda. Uno de ellos incluso se levantó para imitarlo pero tropezó y cayó sobre un barril de cerveza lo que provocó una carcajada general y un brindis a la salud del guardia y otro a la salud del ministro.

De haberlo sabido, Keirós Padoulos, habría aceptado agradecido el brindis a pesar de provenir de unos guardias borrachos, pues no estaba a aquellas horas en posición de despreciar ningún buen deseo...

Re: Historias de Constantinopla 04 Nov 2009 17:19 #37282



Espero poder seguir al día de las últimas noticias de Bizancio, tan agradablemente redactadas

Re: Historias de Constantinopla 04 Nov 2009 20:29 #37295

  • Airamand
  • DESCONECTADO
  • Samurai Nodachi
  • Temas: 283
Excelente. Que pena que lo bueno sea tan breve (me refiero a la literatura).

Re: Historias de Constantinopla 04 Nov 2009 21:55 #37300

Vaya! Gracias!

Me daba miedo de que quedara demasiado largo!

Re: Historias de Constantinopla 05 Nov 2009 11:12 #37314

  • Jossinson
  • DESCONECTADO
  • Caballería Yari
  • Temas: 469
Cuando uno lee textos asi de bien redactados se le hace hasta corto.

PD-> Si escribes un libro sobre las guerras bizantinas me lo compro :D

Re: Historias de Constantinopla 05 Nov 2009 11:33 #37315

Jossinson escribió:
i escribes un libro sobre las guerras bizantinas me lo compro


Eso eso, para cuándo una novela, man? Tienes ganas y habilidades, deja de reprimir el instinto creativo, ilergete
¡Oh, insensatos afanes de los mortales! ¡Qué débiles son las razones que nos inducen a no levantar nuestro vuelo de la Tierra! - Dante

Re: Historias de Constantinopla 06 Nov 2009 01:38 #37331

muy bueno Mandonio!!

Pero algo desactualizado... ¡la media luna reluce en los torreones de Corinto! :crtina:

Re: Historias de Constantinopla 06 Nov 2009 09:18 #37334

calla calla que el no tenia nidea XD. Me chafaste la sorpresa :/
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