Capítulo 6: Guerra sin fin
Ambientación
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Una pesada y espesa neblina rodeaba la nave por todos sus costados. No era normal toparse con un día de niebla en aquella zona del mundo, y parecía totalmente dispuesta a arruinarles el esperado retorno a Tierra Santa. Más de un mes había pasado desde que abandonara Alejandría y, con ella, las tierras del fértil Nilo. El Senescal Balian y el Belicoso Reinaldo de Châtillon aún estaban allí, ayudando a las ciudades egipcias a recuperar la paz y su prosperidad pasada, pero asuntos más importantes le habían llevado a él a partir hacia el norte, hacia Chipre.
Allí, esperaba reunirse con su viejo amigo Raimundo de Trípoli y así firmar y hacer patente la nueva alianza con el pueblo otomano, del norte. Raimundo no se había presentado a la cita a pesar de las prorrogas que se dieron para esperarle. Finalmente la alianza se selló sin la presencia de este. Se decía que asuntos muy importantes le retenían en Jerusalén, buscando una salida pacífica al enfrentamiento directo entre Guridas e hindúes.
Los informes decían que Raimundo finalmente había regresado a Trípoli tras cerrar las negociaciones con los lejanos reinos orientales y, así, él y su guardia real se habían puesto en marcha hacia la ciudad portuaria pues Balduino IV esperaba fervientemente el encuentro con el Regente.
Finalmente, entre la niebla la ciudad se apareció. Más cerca de lo que esperaban... Silenciosa... Macábra... La nave real atracó en el puerto, que estaba prácticamente vacío, al igual que la ciudad entera... Su Majestad, escoltado de su propia guarnición, se dirigió al castillo de la ciudad. El castillo se vislumbraba realmente fantasmagórico en medio de aquel día de niebla y de silencio. La escasa guardia de la fortaleza, no tardó en informar al Rey de la situación en la zona.
Los últimos nobles ayyubies que habían escapado y que habían rechazado unirse a la bandera latina, habían buscado refugio en el este, en una perdida fortaleza en el corazón de Arabia. Desde allí, y de una forma realmente sorprendente, habían conseguido levantar un ejército de hombres valientes, curtidos y preparados. Capaces de poner en jaque el propio Reino.
Con el ejército en Egipto, agotado tras la campaña, los ayyubies no tendrían problema para asaltar las ciudades de Tierra Santa. En torno a la fortaleza de Homs, al norte de Damasco, la enorme fuerza musulmana se había reagrupado, fresca y lista para vengar las pérdidas que habían sufrido ante la Corona de Jerusalén.
Para colmo de males, informaron los escasos guardias que aún se hallaban en Trípoli, las ciudades de Damasco y Aalbek estaban ya siendo asediadas por los herederos de Saladino. Era por ello que Raimundo había reclutado a todo aquel dispuesto a luchar por el reino y por los ideales que defendía y había partido hacia Aalbek, dispuestos a morir si hacía falta para liberar esa ciudad. De allí partirían a Damasco...
Balduino estaba realmente conmocionado ante aquel exceso de información tan negativa... Era inutil partir tras Raimundo, les llevaban días de ventaja y él y su pequeño pero fiel ejército poco podrían hacer ante las tropas enemigas aunque... Sí había algo que podían hacer...
Como Rey, era su misión dar el golpe clave. Atacaría en el corazón mismo de la nueva resistencia Ayyubi. Atacaría Homs. Él y su pequeño pero fiel ejército. Sabía que todos lo considerarían una locura, sobretodo teniendo en cuenta el estado físico del pobre Rey, achacado por enfermedades desde su infancia, pero debía demostrar porqué llevaba aquella corona y por qué ocupaba aquel trono. Al fín y al cabo... contaba con su pequeño pero fiel ejército...
Definitivamente, aquel derramamiento de sangre parecía que nunca acabaría... Y su real cargo no era una escusa para no participar en él, como un latino más...