Lo primero pedir perdón por la tardanza, pero me había olvidado por completo.
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Era un día ajetreado en la capital turca, en palacio no se veía otra cosa que no fueran soldados, muchos de ellos capitanes de renombre e incluso varios generales, los mas capaces y fieles al sultán, no había duda de que se estaba preparando algo importante.
En efecto, en ese día se preparaba la invasión del reino cristiano de Armenia, el incomodo vecino del suroeste, al que durante largo tiempo se había intentado convertir en vasallo, pero que gracias al magnifico ejercito que poseían se habían negado a pagar tributo al sultán.
Ante tal situación, y sintiéndose incapaces de mantener una guerra en dos frentes, pues en caso de atacar a los armenios, los romanos habían manifestado su intención de intervención en auxilio de sus hermanos de Fe, se decidió que seria preciso acabar con Armenia en una audaz y rápida campaña.
Así pues en la sala principal de palacio se preparaba la estrategia de invasión. Por un lado el ejército del sultán, con su majestad al frente atacaría por el paso al norte de Tarsos, y el ejército de Mohamed, primo del sultán, lo haría por el paso del sur, mientras que el pequeño ejército que asediaba la fortaleza al norte de Sis, atacaría dicha plaza con refuerzos procedentes de las posesiones orientales del sultanato.
Sobre el papel todo pintaba favorable para nuestros ejércitos, pues se habían reunido 2 formidables ejércitos para la campaña, y el reino de Armenia solo podía juntar uno, eso si, en palacio sabían que ese ejercito era formidable, bien armado y todos sus soldados con buenas y completas armaduras, y este punto es el que el sultán quiso utilizar a su favor, con un nuevo estilo de combate, que a la postre dio sus frutos de una manera extraordinariamente eficaz, en forma de victoria decisiva.
Así, en la primavera del año 1175, todo se dispuso para la invasión, en un momento en el que los informadores del sultán advirtieron, que el ejército armenio se encontraba de campaña en tierras del principado de Antioquia, asediando su capital. Era el momento perfecto. En esta situación lo ejércitos turcos avanzaron hacia sus objetivos el ejercito de Mohamed avanzó hacia la capital Tarsos y el ejercito del sultán hacia Adana poniendo sitio a ambas, mientras que el ejercito del norte recibía los refuerzos pertinentes y continuaba el asedio en el que estaba inmerso.
El sultán sabia que los el rey armenio al enterarse de la invasión dejaría el asedio de la poderosa capital antioca y retrocedería hacia sus territorios para defenderlos. Pero en los ejércitos turcos reinaba la calma pues estaban convencidos de que el ataque iba a llegar, así cuando vieron asomarse a las huestes armenias se dispusieron a replegarse protegidos por algunas unidades de infantería y por los arqueros a caballo, nuevas unidades traídas en gran numero para causar estragos con sus flechas en las filas del enemigo con muy pocas por su parte dado que su equipamiento ligero les proporcionaba una gran agilidad y rapidez de movimiento frente a los poderosos pero lentos caballos pesados de los cristianos. Había que actuar de manera que el enemigo creyese que el ejercito huía en desbandada, de hecho, la operación fue un éxito y el enemigo, incluso los defensores de Adana salieron en persecución del ejercito del sultán, hasta Tarsos, donde tal y como sucedió en Adana el otro ejercito turco se replegó junto con el del sultán para agruparse de nuevo junto a la frontera.
Pese a que todo había saldo según lo planeado y ahora el ejercito Armenio si hallaba en campo abierto donde podía ser batido y cansado por tremenda marcha desde las tierras de Antioquia, a la hora de hacer recuento de efectivos se dieron cuenta de que eran menos de los que debían, faltaba las unidades de retaguardia que cubrían la retirada ante un posible ataque por el norte, ataque que al día siguiente se supo de su existencia por el repliegue de unas pocas unidades que volvieron, estas si, huidas ante el feroz ataque de los soldados que habían llegado desde la fortaleza de Sis.
Ese ataque había dejado al ejercito algo tocado pues no se esperaba que saliesen derrotados y ahora no se disponían de suficientes efectivos para la ocupación efectiva del reino enemigo, o eso se pensaba entonces. Cuando se debatía en la tienda del sultán del campamento militar la estrategia a seguir, llegaron informes de los espías infiltrados en el reino vecino, y no podían ser mejores la ciudad de Adana y el castillo de Sis se encontraban apenas sin guarnición y en Tarsos los agentes infiltrados abrirían las puertas en casi de ataque, habiendo sabido a quien sobornar para. El sultán pensó que al replegarse les seguirían como en efecto sucedió, pero lo que no se esperaba es que lo hiciesen con tal ímpetu, que dejasen las ciudades apenas sin protección, era una oportunidad de oro.
Rápidamente se mando un mensajero al norte, para que se desviaran algunas unidades del asedio que se alargaba más de lo esperado, para atacar Sis, prácticamente desguarnecida antes de que volviesen los efectivos que habían abandonado el castillo para batallar al sur. De la misma manera se destaco un regimiento de caballería rápida al mando del capitán Yussuf, para que atacase Adana. El único problema era la toma de la capital, Tarsos, que si bien nos aseguraban que encontraríamos las puertas abiertas en caso de ataque, el ejercito armenio con su rey a la cabeza se encontraba acampado en las cercanías de la ciudad, para evitar tener que batirse con ese ejercito el rey mando a Jasid un joven capitán de caballería que recientemente había demostrado su valía en ataques nocturnos, y esta era su oportunidad de demostrar al sultán que no había sido cosa del azar su victoria nocturna. Así con el beneplácito del sultán, Jasid partió con un pequeño contingente de caballería, pues había que dar un gran rodeo si no se quería ser sorprendidos por las fuerzas armenias que patrullaban la zona en busca de rezagados del ejército turco. Jasid llego a las enormes puertas de la capital armenia y con la señal acordada vio como en efecto se abrieron las puertas, y se pudo vencer la resistencia al caer por sorpresa sobre ellos, de las escasas fuerzas presentes en el interior de la ciudad al mando de uno de los generales armenios.
Y así es como el sur-este de la península de Anatolia paso a manos del sultán, tomando desde entonces los turcos la denominación de otomanos.
"Un gran poder requiere de una gran responsabilidad"
