Los hombres aprovechan el anochecer para estar con sus familias. La dura jornada labrando los helados campos no los llevan a la cama, el cansancio no es tan fuerte como el deseo de disfrutar unas horas más con sus hijos y mujeres, puede que mañana sea el dia de partir.
El hombre de armas afila las hachas en su hogar. Su mujer le cose unos extraños simbolos en la camisa, buscando la proteccion de antigus dioses paganos que el cristianismo hizo casi olvidar.
Los señores mientras tanto dan brillo a su armadura junto al fuego del salon. Llevan ya unos cuantos dias ejercitandose a caballo y a pie, recordando cada angosto y secreto paso que lleva hasta sus reinos, divisando el horizonte en las horas muertas y gozando a sus mujeres y amantes que tan enfalta echaran en el futuro.
En primera linea más alla de sus fronteras los hombres reposan junto al fuego. No hablan, solo esperan el justo destino que mas pronto que tarde llegara. Los vigias andan atentos a todo lo que sucede a su alrededor- Un crujir suena unos metros más alla. Tras unos grandes avetos aparece un ciervo que al ver al soldado vuelve al oscuro y profundo bosque.- "Aun no" -se dice el hombre- "Aun no".
Los Señores descansan en sus tiendas, estan incomodos fuera de sus castillos pero por desgracia el rey los envio a ellos y es hora de mostrar su lealtad. Apenas duermen entre sangrientos recuerdos del pasado, cuando aun eran jovenes y luchaban junto a sus padres en remotas guerras. Su estatus puede salvarles el pellejo en demanda de un rescate, solo eso les reconforta en la fria noche.
Los lobos ahuyan, los hombres tiemblan, se huele la sangre... la guerra se atisva.