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TEMA: Capitulación

Capitulación 17 Dic 2008 00:56 #18930

  • CeltíberoGil
  • DESCONECTADO
  • Shogun Legendario [Admin]
  • Temas: 2548
Las primeras luces del alba apenas despuntaban mientras el atalaya oteaba el horizonte en busca de cualquier indicio de actividad en el campamento enemigo. A pesar del silencio y la aparente calma, tras las murallas de la fortaleza un sin fin de actividad se llevaba a cabo con las más absoluta discrección en previsión de un inminente asalto.

En la torre del homenaje, el último zar de rusia departía con sus generales revisando y perfeccionando los planes de la defensa de la plaza. Las raciones de víveres, las reservas de agua, el aguzado y afilado de las hachas, lanzas y espadas, la elaboración de proyectiles, flechas y saetas, la reparación de contrafuertes y almenas, el emplazamiento de balistas y catapultas, las ollas con aceite y brea... todos y cada uno de los detalles de la defensa se habian revisado, repasado y perfeccionado a fin de hacer pagar al enemigo un elevado precio por cada una de las vidas de los asediados. A pesar de lo desperada de la situación y la certeza de la inevitable derrota una serena determinación iluminaba el rostro de todos los presentes. El pueblo ruso aunque reducido a una insignificante provincia no se doblegaría sin más sabría salir de la historia como siempre la había vivido, con coraje, arrojo y valor...

Los cansados ojos del vigía pronto observaron la actividad del campo teutón. Tras las estacas de asedio un indeterminado grupo de caballeros parecían aprestarse para el combate. Sin embargo el perspicaz soldado veterano ya en demasiadas campañas y batallas pronto discernió que no se preparaban para la batalla. Detuvo la mano de su inexperto compañero un jovencito que apenas podía con el peso de su hacha de guerra y que se aprestaba a dar la señal de alarma.

-No es un ataque. Mira las torres de asedio y las escalas están quietas. Tampoco se observa movimiento en los onagros y catapultas.
-Entonces ¿Qué hacemos?¡Quizás sea una trampa de esos desalmados!
-Mira y espera. Nada hay peor que una falsa alarma. Recuérdalo.

El curtido soldado no pudo reprimir una amarga sonrisa. El fervor del joven compañero y su evidente inexperiencia le hizo recordar sus primeros días al servicio del Zar cuando él mismo demostró en más de una ocasión idéntica ingenuidad. Sólo que él no era tan joven como su compañero cuando comenzó su servicio. Recordó también a muchos otros jóvenes ansiosos de entrar en batalla que ya no volvería a ver...

La actividad teutona pronto lo sacó de sus cada vez más sombrios recuerdos. Un reducido grupo de caballeros se acercaban decididos enarbolando una bandera de tregua.

-¡PARLAMEEENTOOO, PARLAMEEENTOOO!... Gritó sin dudar con todas sus fuerzas.
-¿Qué querrán ahora? Inquiró su joven amigo.
-Eso es algo que pronto sabremos.

Las noticias llegaron raudas al salón donde se hallaba el Zar. El elevado murmullo que entraba a través de las ventanas eran evidencia de que algo ocurría. Mas no sonaban ni los cuernos ni las campanas de alarma. Intrigado se asomó al patio y escuchó el claro mensaje que llegaba de las murallas. ¡PARLAMEEENTOOO! Rápidamente se dirigió con sus ayudantes, estrategas y asistentes a las puertas del castillo. A pesar de ser enemigos el Gran Maestre había dado pruebas de caballerosidad y honor en el combate. Se podía confiar en su palabra. Quizás pudiera negociarse una salida para las mujeres, ancianos, mutilados y niños que se refugiaban en la capilla y otros recintos interiores...

Ambas comitivas se encontraron en tierra de nadie.

-Decid noble Teutón, qué teneis que ofrecer o pedir al Zar de todas las Rusias.

Un joven e inexperto ofical teutón tuvo que reprimir una risa desdeñosa ante la severa e iracunda mirada de su superior. Él no conocía la terrible determinación del pueblo ruso. No había visto cómo un puñado insignificante de soldados mal pertrechados derrotaban y masacraban a los potentes ejercitos de la orden guiados por la férrea y firme voluntad del Zar y sus más que capaces oficiales. Tendría que llevarlo a las llanuras Pskov y contarle cómo falleció el anterior gran maestre cuando asedió por primera vez aquella ciudad mal defendida...

-Tomad, señor leed la oferta de mi señor.

A Gilinsky, general supremo del ejército Ruso:

Estimado General:

La lucha por mantener la fe ortodoxa en Rusia ya no tiene sentido. Heredasteis un imperio desmembrado, sumido en la ruina y la confusión. La madre Rusia se vuelve estéril y la casa de los zares huyó hacia la oscuridad dejandoos la dura y dificil responsabilidad de defender la madre Patria que ellos abandonaron.

Habeis sido un guerrero valiente y un estratega pertinaz. Ambas son cualidades grandemente valoradas en la Orden Teutónica y vos, aunque habeis sido enemigo, sois un hombre digno a tener en cuenta.

Por todo esto, la Orden os ofrece ingresar en nuestras filas haciendo lo que mejor sabeis hacer: llevar hombres a la batalla. Os ofrecemos el puesto de General de los ejércitos de la Orden Teutónica. Vestid la túnica blanca y adoptar la cruz negra como emblema y luchad con nosotros, brazo con brazo, contra la herejía y el pecado que asola el mundo.

Unios a nosotros, General Gilinsky. Ingresad en la Orden de los Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa Maria de Jerusalen .

-Quién firma esta carta.
-Yo

Dando un paso el mismísimo gran maestre Von Mandonien reveló su presencia y clavó su mirada en los fríos ojos del Zar.

-¿Qué pasará con mi pueblo?
-Será respetado.
-¿Nuestras costumbres?
-Las conservareis.
-Mis títulos, insignias y banderas.
-Seguirán siendo vuestros
-Tengo que consultar con mis oficiales. Disculpad.

El Zar se apartó a un lado con sus oficales.

-No acepteis mi señor. Vos no teneis que servir a nadie. Sois el Zar de todas las rusias.
-Unas rusias más bien escasas pensó para sí el Zar...
-No podemos consentir servir a esos extranjeros. Seguían diciendo sus oficales.

Sin embargo, el Zar sabía a ciencia cierta que la oferta del gran maestre era fidedigna. El mucho tiempo batallando el uno contra el otro les había hecho conocerse. Y sabía que el teutón mantendría su palabra de caballero. Sin embargo su orgullo militar lo impelía a rechazar el ofrecimiento. Estaba a punto de rechazar la oferta cuando miró hacia las murallas de Narva. La multitud, hombres, mujeres, ancianos y niños observaban con interés los gestos de sus señores sabían que se estaba decidiendo la suerte de su destino. El Zar Gilinsky no era sólo un hombre de guerra, era el Zar y debía velar por el bien de sus abnegados súbditos. No podía condenar sin remedio a aquellas gentes por satisfacer su orgullo militar.

-Acepto las condiciones. Desde este instante en adelante el pueblo ruso servirá a los intereses de la Orden de los Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa Maria de Jerusalen .

Así fue como el Zar de todas las rusias capituló y rindió su ejercito ante el Gran Maestre de la orden teutónica. El pueblo ruso había sido vencido y derrotado; pero no había sido destruido. El pueblo ruso aún tendría más que decir en las páginas de la historia. Los enemigos de la Orden sabrían lo que es enfrentarse con la implacable efectividad del general Gilinsky y sus leales soldados...

Los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla... porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos. ( Ecle 9: 11)

Re: Capitulación 17 Dic 2008 21:31 #19011

Aquella misma tarde se celebró en Narva la investidura del General Gilinsky como miembro de la Orden Teutónica del Hospital de Santa Maria de Jerusalen. El pueblo ruso se integraba en los territorios de la Orden y con ello la paz llegaba al continente tras muchos años de terribles luchas.

En todas las casa de todos los pueblos y ciudades se celebró la buena nueva. Los festejos y celebraciones por la paz duraron semanas. Los habitantes de la antigua Rusia pronto comprendieron, igual que lo habían hecho los Lituanos, que bajo la protección de la Orden sus ciudades se volverían prosperas y, poco a poco, la certeza de un futuro esperanzador entró en todos los hogares.

La felicidad hubiera sido completa para el Gran Maestre al haber finalizado la Magna tarea que inició Mandonich Von Mortzadelheim I. Se había finalizado un capítulo de la historia y merced a la labor de los misioneros, el continente entero no tardaría en ser católico.
Sin embargo, una sombra oscurecia la mirada del Hochmeinster. Con el rostro vuelto hacia el sur, hacia Roma, esperaba impaciente la vuelta del destacamento enviado en busca de noticias del Santo Padre....




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