Entre el espeso vapor de los baños y el ambiente cargado de las flores aromáticas e incienso, se recorta una fornida silueta que se desliza de forma decidida a la escena que conforman ambos generales. El sonido de los pasos sobre la madera hace que los dos generales giren instintivamente sus cabezas, incluso uno de ellos alarga la mano a la empuñadura de la katana que con prevenido recelo depositaba junto a su pierna izquierda, mientras el otro deja el cuenco de sake apoyado en sus labios entreabiertos. Los guerreros aprecian como al disiparse la bruma, la figura que apenas distinguían se va transforma en lo que intuyen es un samurái cubierto con una simple lienzo anudado a su cintura de forma que uno de sus extremos le cubre el hombro izquierdo bamboleándose al compas del firme caminar. Debajo del improvisado ropaje se intuye las estilizadas líneas de la katana que porta en la mano izquierda y que fueron el motivo del inicial sobresalto que tan repentinamente interrumpió el amigable brindis.
Llegados a la altura de los contertulios, ya no tienen dudas de que se trata por sus finos ademanes, de un samurái de rango y posición aunque también aprecian que están ante un curtido guerrero a decir por las cicatrices que trufan su torso semidesnudo. Este se para como a metro y medio de sus expectantes observadores, y sin variar su expresión inicia un solemne y pronunciado saludo con su cabeza. Saludo que es contestado de igual manera por los ambos generales.
“Disculpad que os interrumpa honorables samuráis, pero no he podido evitar escuchar vuestra conversación”
Ambos generales no mueven un gesto de su rostro pero a través de sus ojos se atisba cierto sonrojo y arrepentimiento por la petulancia de sus palabras y la jactancia de los brindis.
“Mi nombre es Numora Orisune emisario de mi Señor el Gran Oda Nobuhide, y que me hayo de regreso a nuestras tierras después de haber sido testigo como observador neutral de la batalla del Castillo de Kai. General Date he de felicitaros por los denodados esfuerzos que hicisteis en la batalla. Y a vos Rarramel San deciros que no habéis entendido el mensaje que durante años quiso transmitiros mi señor. Muchas fueron las embajadas que a Settsu se enviaron para que nuestros Clanes vivieran en una fructífera paz , y muchas las oraciones que nuestros religiosos elevaron para que iluminara a vuestro señor. Mi gran Daimyo solo quería comerciar y gobernar un prospero pueblo donde se desarrollaran la cultura, y las artes marciales como dicta el sagrado código del bushido. Nuestras palabras por más cultas que fueron no quisieron ser oídas, seguramente porque a los oídos que se dirigían estaban cerrados por la codicia de nuevas conquistas.
Saben que el aciago momento al que no deseábamos llegar, ha llegado, y sabed que vuestra obcecación ha desatado una tormenta de ira y fuego de tales proporciones que pasaran los años y se transmitirá de padres a hijos.
Permitidme ahora que lo sabéis que me una a vosotros en vuestro brindis. Que sea un gran combate!!!!!!”