Teresa Gil de Vidaure.
Narran que era mujer de una gran belleza, de la que quedó encandilado el monarca aragones a temprana edad. La insistencia y los cortejos del rey eran tales que Teresa Gil de profundas convicciones religiosas y de gran carácter, le conminó a manifestar ante un testigo la promesa de matrimonio.
Sin embargo, la agitada vida amorosa de Jaime I hizo que, hacia los primeros años de la década de 1260 abandonase a su mujer, con el pretexto de que esta había contraido la lepra. Teresa Gil reclamó antes las instancias vaticanas la defensa de su matrimonio, con la prueba de la promesa dada en su día por el rey. Pero su valor y testigo del juramento habia fallecido, por lo que no pudo ser probado el hecho.