Steam Celtíberos

Sala Pública Celtíberos

Vitrina

a_8.gif

Acceso al Castillo

Menú personal

Mensajes recibidos

Debe loguear para ver sus mensajes.
Enviar mensaje.

En línea...

Tenemos 351 invitados conectado

Estadísticas

  • Total Usuarios: 5617
  • Últ. Miembro: ujewulym
  • Total Mensajes: 74.5k
  • Total Temas: 5629
  • Total Secciones: 192
  • Total Categorías: 8
  • Abiertos hoy: 0
  • Abiertos Ayer: 0
  • Respuestas Hoy: 0
  • Respuestas Ayer: 0

+ Últimos Mensajes +

Últimas descargas

Bienvenido, Invitado
Nombre de Usuario Contraseña: Recordarme

Fort Ticonderoga, 1758: Leyendas de la guerra colonial (1º).
(1 viendo) (1) Invitado
  • Página:
  • 1

TEMA: Fort Ticonderoga, 1758: Leyendas de la guerra colonial (1º).

Fort Ticonderoga, 1758: Leyendas de la guerra colonial (1º). 14 Jul 2009 14:25 #33635

FORT TICONDEROGA, 1758: LEYENDAS DE LA GUERRA
COLONIAL.

1ª PARTE.

La batalla del fuerte del Carillon, como es conocida por los francófonos canadienses, es uno de los enfrentamientos más conocidos y a la vez más representativos de lo que se ha dado en llamar Las Guerras Coloniales Francobritánicas de la norteamérica del XVIII.

A diferencia de las batallas en suelo europeo, que ejemplificamos en el post sobre Almansa, la guerra en las colonias americanas prácticamente careció de asedios y batallas de gran envergadura. La mayor parte de los combates consistieron en asaltos a fuertes y en la llamada guerra india.

Fue una guerra muy mediatizada por el entorno natural; la vasta extensión de territorios, casi vírgenes, que a menudo separaban a los contendientes favoreció la concentración del conflicto en las zonas fluviales navegables del país del Ohio y del St. Laurent, que en aquella época eran las grandes vías de comunicación entre ambos territorios. Además las duras condiciones del invierno canadiense hacían poco viable el desplazamiento de los ejércitos, lo cual condicionó en gran medida la duración de las campañas, que preferentemente debían producirse durante los meses más cálidos.

El escritor norteamericano John Fenimore-Cooper, en su celebrada novela “El Último Mohicano” (1830), exponía las dificultades que conllevaba combatir en las colonias:

Una de las características peculiares de las guerras coloniales en norteamérica fue la necesidad de afrontar las fatigas y peligros de la naturaleza antes de presentar batalla al enemigo. Bosques inmensos, impenetrables en apariencia, separaban las posesiones hostiles de Francia e Inglaterra. El colono endurecido y el soldado europeo que combatía a su lado pasaban a veces meses enteros luchando contra los rápidos de las corrientes o recorriendo los abruptos pasos de las montañas, en busca de una oportunidad para demostrar su valor en un conflicto militar.


FOTO COLONIALES BRITÁNICOS





MARCO HISTÓRICO Y GEOGRÁFICO.

Desde el s.XVII y la primera mitad del s.XVIII las colonias británicas en norteamérica venían experimentando una gran afluencia de colonos europeos en busca de tierras. Esta marea humana, 400.000 colonos a mediados de siglo, comenzó a ejercer una fuerte presión demográfica sobre la despoblada y poco delimitada frontera de la colonia francesa, por lo que pronto se iniciaron una serie de conflictos entre los colonos que desembocaron en varias guerras (para los británicos French & Indian Wars).

La 4ª Guerra Colonial Francobritánica tuvo lugar principalmente entre los años 1754 y 1759, y fue la causa principal de la participación de ambos reinos en la Guerra Europea de los 7 Años, que prolongó el conflicto colonial hasta la firma de la paz de 1763.

Los primeros años de enfrentamiento fueron especialmente propicios para los franceses, que lograron desalojar a un gran número de colonos británicos de la frontera y tomar varios fuertes. El punto de inflexión se produjo el 1757 con la llegada al poder del primer ministro “tory” William Pitt, cuya política de subvenciones a Prusia* provocó que Francia debiera concentrar su esfuerzo bélico en el continente europeo, debilitando notablemente su ejército colonial. Desde ese momento y hasta el final de la contienda las constantes de su desarrollo siempre fueron: ejércitos británicos superiores luchando a la ofensiva contra tropas francesas muy inferiores aunque siempre bien guarnecidas.
*Pitt:“Canadá se gana en Silesia”.

Los británicos obtuvieron su victoria más decisiva el año 59, con la conquista del Quebec; la práctica desaparición de Francia como potencia colonial en norteamérica se selló en el Tratado de París del 63.

La victoria francesa del año 58 en el fuerte Carillon (que los británicos rebautizarían Tyeonderoga / Ticonderoga tras su conquista al año siguiente) supone “el canto de cisne” del ejército del Canadá y de su más aclamado general, el Marqués de Montcalm: ni Louis-Joseph de Montcalm ni el ejército colonial francés volverán a obtener una victoria destacable a partir de 1758.
Y sin embargo el éxito francés en Fort Carillon fue determinante pues, dada su importancia estratégica, retrasó enormemente el avance de los británicos sobre el Alto St. Laurent y Los Grandes Lagos.

Efectivamente, el control de la zona suponía el acceso libre tanto al Québec francés, a través de los ríos Richelieu y St. Laurent, como al valle del Hudson, que recorría hasta la costa el corazón mismo de las colonias británicas, es decir, la provincia de Nueva York.
El mencionado Fenimore-Cooper situaba la acción de su novela en esta misma región, que describía en los siguientes fragmentos :

La zona entre el nacimiento del río Hudson y los lagos adyacentes ..... las facilidades que allí ofrecía la naturaleza para la marcha de los combatientes eran demasiado evidentes para que pudieran pasar inadvertidas. La alargada extensión del lago Champlain partía desde las fronteras del Canadá y se adentraba profundamente en los límites de la provincia vecina de Nueva York, formando un paso natural en medio del territorio que los franceses debían dominar para vencer a sus enemigos. Cerca ya de su extremo sur recibía de otro lago tributario unas aguas tan limpias que habían sido elegidas por los misioneros jesuitas, que además le habían dado el nombre de lago “du Saint Sacrement”, para administrar la purificación del bautismo [...]. Abriéndose camino entre innumerables islas y encauzado por altas montañas, el lago sagrado se prolongaba una docena de leguas más hacia el sur. Al llegar a una elevada planície que se oponía al avance de sus aguas comenzaba un trayecto de muchas millas, que conducía al aventurero a las orillas del Hudson, en un punto en el que, con las contrariedades acostumbradas de los rápidos y las gargantas, el río era navegable hasta su desembocadura


Cabría añadir que el lago Champlain no sólo conducía a la frontera del Canadá, sino que además desemboca al norte en el navegable río Richelieu, afluente del St. Laurent en cuya orilla se situaba la capital misma de la colonia francesa.

MAPA DE LA FRONTERA NORTE EEUU-CANADÁ


Por supuesto, toda esta importante y fronteriza ruta fluvial estaba protegida por innumerables fortificaciones. El fuerte Carillon, en concreto, era la clave principal para el acceso al Lago Champlain desde el Lago Saint Sacrement (también llamado Lake George o Lake Horican), situado aguas arriba y comunicado con el Champlain por unos 7 Kms. de rápidos que los franceses llamaron riachuelo La Chute (o riachuelo de la cascada). La fortificación se alzaba en la punta sur de una leve cordillera, en la península formada entre el riachuelo y la ribera sur del Champlain. Los nativos iroqueses habían bautizado a la cordillera con el descriptivo nombre de Tyeonderoga, “lengua de tierra entre dos aguas”.
Desde las alturas, el fuerte controlaba la desembocadura del La Chute en el lago Champlain y el inicio del camino que seguía al riachuelo hasta la orilla norte del Saint Sacrement. Dicho sendero, camino de carretas en realidad, vadeaba el La Chute por dos puentes: uno a 3 Kms. al norte del lago sagrado y otro a 3 Kms. al sur-suroeste del fuerte. Junto a éste último puente, los franceses habían levantado un aserradero, aprovechando un pequeño salto de agua (que daba nombre al riachuelo).
Sobra decir que dado que los rápidos del La Chute apenas son navegables en unos pocos tramos y que el camino en cuestión era el único de la zona practicable para un ejército, los puentes tenían un altísimo valor estratégico.
En cambio, la fortificación tenía sus inconvenientes estratégicos, ya que no se encontraba sobre el punto más alto de la cordillera: la verdadera cima era una cresta rocosa situada a menos de 1 Km. al norte a través de la cordillera. Esta cresta suponía la mayor desventaja estratégica para resistir un asedio, pero no era la única; enfrente del fuerte, en la otra orilla de la desembocadura del La Chute se encontraba una colina, el monte Rattle Snake, desde cuya cumbre la artillería enemiga podía batir el fuerte con facilidad.

MAPA DE LA REGIÓN DEL TYEONDEROGA



DESARROLLO DE LA CAMPAÑA.

Como hemos dicho, con la llegada de Pitt al gobierno en 1757 los británicos comenzaron a preparar su contraofensiva sobre las colonias francesas. Entre otras, Pitt había previsto una campaña a través del valle del Champlain cuyo mando se le encomendaría al general James Abercrombie, un militar de escasa o nula experiencia en combate pero con un sólido apoyo en el agitado Parlamento británico. Consciente de la impericia de su general, Pitt promovió al cargo de lugarteniente de Abercrombie al hábil George Howe, un hombre de su total confianza que debía “orientar” las decisiones del general novato.

Hacia finales de Junio de 1758 los británicos ya habían concentrado un total de 16.000 hombres en la orilla sur del lago Saint Sacrement, junto a las ruinas del fuerte William Henry (derruido el año anterior por las tropas de Montcalm). Era el mayor ejército desplegado hasta la fecha en Norteamérica.

Esta gran concentración de tropas no les había pasado desapercibida a los franceses: hay constancia de que el 23 de junio el coronel François-Charles de Bourlamaque, al mando de la guarnición del Carillon, había sido informado por sus exploradores de la presencia de un ejército enemigo al sur del Saint Sacrement. El 30 de junio el afamado general Louis-Joseph de Vendram, Marqués de Montcalm, llegaba al fuerte para hacerse cargo de la defensa ante el previsible ataque. Aún ignorando el número exacto de británicos, el Marqués supo desde el primer momento que sus 3.500 hombres se encontrarían ante serias dificultades para defender una fortificación tan grande: la misma noche de su llegada envió un mensajero a Montréal solicitando como refuerzo a los 400 regulares que el Caballero de Lévis debía dirigir hacia el valle del río Ohio.

Seguramente Montcalm, antes de su llegada, ya debía conocer la ubicación del fuerte y su debilidad estratégica frente a zonas más elevadas, pues el año anterior había recalado en el fuerte durante su expedición contra el William Henry. El caso es que al día siguiente, 1 de julio, Montcalm toma una drástica decisión: ordena desalojar el fuerte, dejando como guarnición únicamente al 2º batallón de municiones del Berry; el resto de hombres son requeridos para fortificarse en la cima rocosa de la cordillera y, de paso, evitar así que los británicos puedan dirigir desde allí su artillería contra el fuerte. La tropa francesa se lanza entonces a una actividad frenética: un asalto de los británicos antes de la finalización de los atrincheramientos sería mortal de necesidad, así que la rapidez de los trabajos se convierte en la máxima obsesión del general durante los próximos días. Sin embargo las labores de acondicionamiento de la nueva posición van a desarrollarse con lentitud; la ladera de la cresta está muy poblada de árboles y hay que proceder al talado y desbroce.
También este mismo día Montcalm envía tres batallones con Bourlamaque a ocupar el puente más meridional de los dos que cruzan los rápidos del La Chute. Asimismo, con dos batallones más, el propio general establece un puesto avanzado en el puente de la cascada, alojando a su estado mayor en el aserradero contiguo.
El control de los puentes se antoja vital, sobre todo si el previsible avance británico se produce antes de tiempo y surge la necesidad de ganar tiempo ... .

El día 2, mientras en la cima de Ticonderoga los hombres de Montcalm acondicionan trabajosamente el terreno, De Lévis parte de Montréal con sus tropas, ignorando si podrá llegar hasta Montcalm antes que los británicos.

El 4 de julio la marcha contrarreloj de las labores de fortificación y la tensa espera impacientan a los dirigentes franceses. Bourlamaque decide enviar una nueva partida de exploradores en busca de los británicos; durante la noche unos 130 voluntarios canadienses e indios, a las órdenes de los capitanes Langy y Trépezet, se embarcan desde la orilla norte del Saint Sacrement en dirección sur.

El día 5 regresan los exploradores trayendo noticias preocupantes: hay mucho movimiento de tropas ligeras británicas en el lago, posiblemente avanzadillas de la ofensiva británica. Borlamaque, alarmado, decide enviar al capitán Trépezet con un nuevo destacamento de 350 exploradores e infantes ligeros para detectar y obstaculizar un posible desembarco en la orilla norte del lago Saint Sacrement. Los destacamentos de los puentes pasan la noche en armas, esperando un asalto al amanecer.

DÍA 6 DE JULIO.

Al rayar el alba del día 6 de julio los hombres de Trépezet contemplan la aparición de una gran flota británica; centenares de chalupas y grandes barcazas cubren la superfície del lago frente a la orilla norte. Trépezet por primera vez puede hacer un cálculo estimado de las desmesuradas fuerzas del enemigo y envía mensajeros a Bourlamaque y Montcalm. Inmediatamente, el general decide retirar a sus hombres y a los de Bourlamaque y volar los puentes con la esperanza de que la reconstrucción retrase a los británicos el tiempo suficiente.
Las voladuras dejan a Trépezet y sus partidas de exploradores cortados en el margen izquierdo del La Chute; deberán reunirse con el cuerpo principal orillando los rápidos por un intrincado sendero indio que discurre entre el espeso bosque noroccidental de la península.

A primera hora de la mañana ya han desembarcado, en la ribera izquierda del nacimiento del La Chute, las tropas ligeras británicas del Teniente Coronel John Bradstreet, al tiempo que los Rangers del Mayor Rogers informan que los dos puentes han sido derruidos.
Howe y Abercrombie, tras desembarcar el grueso del ejército, inician su marcha hacia un camino que según los guías mohawks conduce al fuerte rodeando la orilla izquierda; Howe fía el éxito de la expedición a un asalto rápido y espera llegar al fuerte a primera hora de la tarde para tomar al enemigo con la guardia baja, así que ha “aconsejado” a Abercrombie no detenerse a recontruir los puentes.

La intuición (o algún informador) no le falla a Howe; en el campamento francés los preparativos están lejos de terminar y los refuerzos del Caballero de Lévis siguen sin aparecer. Así las cosas, sólo un golpe de suerte puede salvar a los hombres de Montcalm.

A mediodía se produce ese golpe de suerte. Los guías indios del Capitán Trépezet lo abandonan a su suerte, atemorizados ante el número de enemigos desembarcados. Trépezet, desconocedor del sendero, pierde el rastro de la ruta en las entrañas del bosque y viene a caer de improviso, con sus 350 hombres, sobre la vanguardia del avance británico. Los británicos, que han roto su formación en la maraña de arbustos y árboles de la selva, son cogidos por sorpresa en la escaramuza y cunde el caos. En ese momento Howe acude temerariamente en auxilio de su avanzada, justo cuando la fortuna le juega una mala pasada y es alcanzado por una bala que lo mata en el acto, dejando a la expedición británica huérfana y en las manos inexpertas de Abercrombie.

Por su parte, Trépezet y los suyos, ignorando aún la gran trascendencia de su acción, inician la retirada ante la enorme presión de los británicos, que poco a poco se han ido sumando a la refriega en gran número. Sin embargo, durante el intercambio de mosquetería, la Milicia de Massachussetts se les ha adelantado y les corta la retirada instantes más tarde. A los franceses, ahora acosados por tres flancos, no les queda otra opción que lanzarse a los rápidos con la esperanza de llegar a la otra orilla. Durante la reyerta han perdido 150 efectivos y otros tantos han sido capturados; sólo el Capitán Trépezet, herido de muerte, y otros 49 hombres consiguen alcanzar la seguridad de la orilla derecha.
Sus oponentes, además de perder a Howe y a 100 hombres más, han desperdiciado un tiempo y unas energías que les eran muy valiosas para atravesar el denso bosque. Abercrombie aprovecha la tarde para reagrupar sus tropas dispersas y enterrar a los muertos. Al anochecer, cansados tras 24 horas de marcha y desanimados por la baja de Howe, los británicos han fracasado en el plan de sorprender a los franceses por el noroeste. A juicio del General inglés ahora ya resulta inútil seguir por el bosque: los franceses han ganado un día más de tiempo para preparar la defensa y además el boscaje es menos seguro que el camino de los puentes. Abercrombie decide hacer noche en la espesura, para volver a la mañama siguiente sobre sus pasos e iniciar la reconstrucción de los puentes, tarea para la que empleará otro día más de tiempo.

Los franceses, al finalizar el día 6, han acabado la excavación de las trincheras. Y lo mejor para ellos es que la suerte y la lentitud de Abercrombie van a procurarles un nuevo día para reforzar sus defensas.

Jugando el ETW:Campaña de Prusia.
Finalizada la campaña corta española del ETW.
Finalizada la campaña corta austríaca del ETW.
Finalizada la campaña ETW:RtI.

Re: Fort Ticonderoga, 1758: Leyendas de la guerra colonial (1º). 22 Jul 2009 05:54 #33765

  • Jorghot
  • DESCONECTADO
  • Monje Naginata
  • Temas: 377
bueno y como acaba??

:v:
Si veis un soldado deshaliñado mal oliente y falto de? aseo, cuadraros pues es un valeroso soldado Español.

------

Para venir a Cartagena es necesario que el Rey de Ingalterra construya otra escuadra mayor, porque esta solo ha quedado para conducir carbon de Irlanda a Londres.

[size=150:j942xekj]Blas de Lezo
[/size]
  • Página:
  • 1
Página generada en: 0.54 segundos