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LA JODIA PAVIA (1525)
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TEMA: LA JODIA PAVIA (1525)

LA JODIA PAVIA (1525) 10 Abr 2011 04:45 #53884

Relato descojonante en clave de humor de la Gloriosa Batalla de Pavia relatada por Arturo Perez Reverte. No tiene desperdicio. No creo que puedas llegar al final vivo. Morirás; de risa.




DESDE su cárcel madrileña, Francisco I de Francia rememora la batalla en que fue derrotado y preso en Italia por las tropas de Carlos V.


QUERIDA MIMÍ:
Aquí me tienes, voilá, de turista forzoso en Madrid. Alojado en una torre que llaman de Los Lujanes, con ese cabroncete de Carlos, emperador de los alemanes y de los españoles y de la madre que los parió a todos, visitándome cada tarde para chotearse entre tapices gobelinos y mucho vuesa merced, primo, hermano, monarca francés y toda la parafernalia. «Estáis en vuestra casa, rey cristianísimo», dice, como si esto fuese otra cosa que una cárcel; y me muerdo de rabia los encajes almidonados viendo la sonrisa guasona que le apunta bajo la barbita. Menudo cabrón, mi primo el Ausburgo. Vaya suerte la suya, oyes; y eso que lo suyo fue de pura chamba, hay que fastidiarse. Que si Fernando de Aragón e Isabel de Castilla no llegan a hacer aquella boda -menudo braguetazo-, y Felipe el Hermoso, su yerno osterreiche, no se va a criar malvas y deja a la Juana Majareta esa viuda, y al chaval este, al flamenco Carlitos que Dios y el turco confundan, no le toca la corona imperial en una rifa, a lo mejor yo no me veía ahora aquí pintando la mona de huésped forzoso, y el emperador europeo sería el menda, como el yayo Carlomagno, que en gloria esté con Roldan y los doce pares; y no estaría escribiéndote desde la Torre de los Lujanes, plaza de la Villa, Madrid, Spain, sino retozando contigo en Blois, a orillas del Loira. Yo comiendo fuagrás, mon petit chú. Y tú lo que ya sabes.


RECORDARÁS QUE MI ÚLTIMA CARTA TE LA ESCRIBÍ EN PAVÍA con fecha 23 de febrero de 1525, la noche antes de la batalla. Leída ahora supongo que te parecerá un poquillo confiada, a ver si me entiendes, sobre todo aquello de «a esos españoles muertos de hambre nos los vamos a comer sin pelar», lo de «entre ellos y nosotros no hay color», o lo de «vamos a darles de hostias hasta en el carnet de identidad». Pero las cosas, Mimí, hay que considerarlas en su contexto. Ponte en mi lugar: rey de un país glorioso que te cagas, caballero de pro, rodeado de la flor y la nata de caballeros choisís entre la nobleza más granada de la France, y encima con una pasta gansa para pagar la soldada a un ejército de treinta mil fulanos suizos, alemanes y franceses, con más cañones que el enemigo y con una caballería a la que daba gloria verla, con sus penachos, y sus gualdrapas, y sus armaduras relucientes de Sidol, y sus camisitas, y sus canesús. La créme de la créme, para que me entiendas. Unos soldados que estaban, te lo juro, para comérselos. Y enfrente, como enemigos, con muchísimos menos jinetes y cañones, cuatro mil españoles morenos y bajitos oliendo a ajo y a vino tinto, imagínate a los muy tiñalpas, con diez mil alemanes -borrachos y amotinados, como de costumbre-y tres mil italianos apellidados Luchino, y Moschino, y Armani y todo eso, calcula las perlas de la milicia, todos de extrema sensibilidad y mucho diseño, con uniformes divinos, eso sí, pero de escasa eficacia a la hora de tararí, tararí, sobre el hombro, marchen, etcétera. Que entre todos, en fin, componían las tropas imperiales, y además iban ya medio en retirada y muy hechos polvo, hasta el punto de que yo estaba plantado allí con mi campamento y mis banderas con la flor de lis, asediando Pavía tan ricamente, y con ansias de terminar la campaña para volver a Francia y darte, mon amour, las tuyas y las de un bombero.


TOTAL. QUE ALLÍ ESTÁBAMOS, YO ASEDIANDO comme il faut y los enemigos, o sea, Antonio de Leyva -veterano de treinta y dos batallas y cuarenta y siete asedios, el jodío-dentro de la ciudad y su colega el marqués de Pescara en la otra punta, donde a Cristo le pusieron el gorro. Y a todo ésto se le ocurre a los imperiales aprovechar la noche y la lluvia y la niebla para jugarme la del chino. Como te lo cuento, cheríe. Nada de presentarse después del desayuno con trompetas y banderas y todas esas cosas propias de gentilhombres y gente bien educada; sino que los muy perros se ponen camisas encima de los petos para reconocerse en la oscuridad, hacen tres brechas en la muralla del parque frente a Pavía, y se cuelan por allí después de oír misa y confesarse, y de que Pescara, que es soldado viejo y conoce el paño, les diga eso que con los españoles en cuestión de guerras y de conquistas es mano de santo y no falla nunca: «Hijos míos, estáis muertos de hambre, y yo también. El pan está en el campo francés, así que maricón el último». Y encima el muy borde va y me los calienta más contándoles -lo que además era una cochina mentira-, que yo había ordenado degüello general y no dar cuartel a ningún español, y que o ganaban o iban listos de papeles. Así que figúrate. Con la mala leche que ya de natural tienen esos prójimos, allá fueron todos, o más bien vinieron, o sea, imagina con qué talante, blasfemando en arameo, que si Santiago y Cierra España y que si Dios y la Virgen y San Apapucio, y el Copón de Bullas y la Puta de Oros a caballo. Y resulta que en plena noche están mis centinelas allí, de guardia tan campantes, saboreando el vino de Burdeos y los caracoles a la borgoñona que esa noche teníamos de rancho, au clair de la lune como quien dice, mon ami Pierrot, y de pronto se lía la pajarraca, pumba, zaca, cling, clang, y se monta un cipote de tres pares de cojones. La de Pavía.


EN FIN. QUE YO SALGO DE LA TIENDA DE CAMPAÑA EN CAMISA, con la armadura flordelisada a medio poner. Y pregunto qué coño pasa, mondieu, y un imbécil de mi estado mayor, el marqués de Les Couilles Violets, va y dice: «Es que los españoles huyen, majestad». Y añade que lo sabe de buena tinta, el muy subnormal. Entonces yo contesto que parfait, que me traigan el caballo y la espada y la lanza que vamos a perseguirlos hasta hacerlos picadillo. Una carga de caballería voy a darles, digo, que se van a ir de vareta por la pata abajo. Pour la France, con un par. Así que entre la niebla y el amanecer organizamos la galopera, y los dos bandos nos acometemos con unas ganas que para qué te cuento, mon amour. Lo primero de todo le hacemos filetes a los malos un escuadrón de caballería, y nos quedamos con sus cañones por todo el morro, vive la France y todo eso, mientras ellos intentan su movimiento de flanqueo. Lástima que no me vieras, chochito mío, tan gallardo como acostumbro, cargando a la cabeza de mis gendarmes y caballeros como en los torneos, la caballería andante rediviva, sus y a ellos, deliciosamente feudal, como te digo, el espectáculo, que no me daba besos a mí mismo porque con el casco y la armadura no podía. Y fíjate cómo le pondríamos de chunga la cosa a los imperiales, que luego me contaron que un capitán italiano, viendo el panorama, le dijo al de Pescara: «Pardiez, paréceme cordura recogernos un poco en aquel bosquecillo». Pero el otro, un abuelo correoso que no veas, con más batallas a cuestas que le grand pére Cebolleté, le dijo anda y que se recoja tu puta madre, chaval, que yo estoy viejo para ir corriendo de un lado para otro. Así que se volvió a la infantería española, los arcabuceros de las compañías vizcaínas y guipuzcoanas y castellanas y los otros que por allí andaban hasta sumar mil y pico, y les dijo: «Señores, mecagüentodo. No hay que esperar sino en vuestros arcabuces y en Dios, por ese orden». Y entonces todos se pusieron a gritar: «Olé tus huevos, aquí están los españoles, aquí está Pescara, Es-pa-ña, Espa- ña», como si aquello fuera una final de liga, que en realidad lo era. Y a todo esto, mientras tanto, allá les vamos nosotros, o sea, yo, moi, le roi, con toda mi flamante caballería pesada de la nobleza francesa y con los lansquenetes alemanes que nos siguen pasito misí, pasito misa. Y cuando veo a los jinetes enemigos hechos una piltrafa, considero que la batalla está ganada, pues como buen caballero y gentilhombre desprecio a la chusma de a pie, y creo -hasta ese momento te juro por mis muertos más frescos que lo creía- que es la flor y nata a caballo, la élite montada, la que decide ese tipo de cosas. Así que toco carga, tía. Una carga preciosa, las cosas como son, espadas y banderas en alto y todo eso. Pero aquellos fulanos chaparros y morenos y barbudos de enfrente, asómbrate, con los cojones duros y pegados al culo como los de los tigres, aguantan, cherie, o sea, maldita la madre que los parió: se mantienen en sus posiciones junto al bosquecillo de marras aunque les vienen encima cientos de toneladas de caballos y de armaduras y de mis piqueros tudescos; y cuando decido retroceder un poco y me reagrupo para ordenar las filas y tomar aire, veo que me han dejado en el campo, a bote pronto y allí mismo, por la cara, cinco mil palmados. Los hijoputas.


Y ENCIMA RESULTA QUE EN EL RESTO DEL FRENTE LAS COSAS NO VAN MEJOR. Para ser exactos, van de pena. Mis mercenarios alemanes de la Banda Negra, o sea, lo mejor de cada casa -tendrías que verles el careto a esos animales, si hubiera quedado alguno vivo- se enfrentan a los también alemanes que se lo curran para el Emperador. Imagínate el cuadro, habida cuenta que unos y otros se odian a muerte, todo ese cipote de tudescos dándose hostias unos a otros, hasta arriba de cerveza y marcando, supongo, el paso de la oca: up, aro, up, aro. Aberrante, o sea. Kafkiano. Al final ganan los imperiales, que también es mala suerte la mía, y al mismo tiempo me entero de que, en el otro lado, el grueso de infantería española, al grito de «Santiago, España, cierra, cierra», está pasándose por la piedra, ris-ras, a mis pobres mercenarios suizos, que con esa cara de intelectuales que suelen tener los suizos ponen pies en polvorosa, por primera vez en su larga y honorable historia de tropas a sueldo del mejor postor; y de suizos sólidos y fiables pasan a convertirse en suizos de café con leche. A esas alturas de la feria, comprendo que no es mi día. Ni mi año. Tengo quince mil muertos, que se dice pronto, y el río Tesino baja lleno de fiambres de orilla a orilla. En realidad me encuentro, te lo confieso, bastante confuso. No logro explicarme cómo un ejército tan caballeresco y flamante como el mío, en orden y bien alimentado, un ejército francés de la Francia, acaba de ser hecho trizas ante mis ojos en poco rato por una chusma meridional y sudorosa que carece de modales, ni cómo esos arcabuceros impasibles y con tan mala folla han sido capaces, contra toda lógica, de destrozar en una sola mañana y en campo abierto a la mejor caballería de Europa, la francesa, y a la mejor infantería de Europa, la suiza. Histórico, nena. Como para aplaudir, si no fuera yo quien pagara la juerga. Y ahora todo es bang, y ziaang, y chas, y me veo con toda mi estupenda caballería emperifollada en el centro de aquella merienda de negros. Y de tí para mí, lo confieso: bastante acojonado.


PORQUE IMAGÍNATE EL CUADRO, PRENDA MÍA. En ese paisaje, sólo quedo yo en el centro con mis mejores jinetes, bien agrupados y a caballo, la créme de la créme esa de la que te hablaba antes, mis marqueses y mis condes y mis duques y sus hijos y sus cuñados, todos con sus armaduras floridas y sus penachos y sus caballos purasangres que valen un pastón largo, en busca de un hueco no para cargarle al enemigo, que eso ya es lo de menos, sino para largarnos de allí como quien se quita avispas del culo, entre las filas de arcabuceros españoles que nos rodean arrojándonos encima una nube de plomazos que repica contra los arneses como si granizara. Al final empiezan a pegarnos tiros a los caballos, con una grosería y una falta de modales inaudita, y cada vez que uno de mis leales vasallos da con la armadura en tierra, con mucho cling-clang y mucho ruido, los españoles dejan sus arcabuces, y a la carrerilla se meten entre nosotros, espada o daga en mano, para rematarlo en el suelo. Yo grito mucho vive la France, a mí, unios a mí, sus y a ellos, etcétera, que es lo que se espera, supongo, que un rey francés diga en esos casos; pero de allí no hay quien salga, y los españoles ya se meten ahora entre las patas de los caballos, desjarretándolos o destripándolos con sus dagas, para hacernos caer al suelo -imagínate el hostiazo, cubiertos también de coraza, catadas, quinientos kilos de carne y acero viniéndose abajo con jinete incluido- y se arrojan como lobos sobre mis pobres gentilhombres, a los que degüellan sin misericordia metiéndoles los puñales entre las junturas de petos y yelmos mientras éstos intentan levantarse del barro con las pesadas armaduras que los cubren; y da lástima verlos protestar a los pobrecillos, pero quesquesé, esto no es jugar limpio, pardieu, qué falta de etiqueta, etc, etc, mientras los otros les meten los aceros por el garganchón, chaf, ras, glup. Así los míos pasan de ser florida caballería a montones de solomillo sangrante bajo los armaduras: al pobre Couilles Violets le levantan la visera del yelmo y le destrozan la cara con la moharra de una pica. Al duque de La Refanfinflére le sacan el casco, y mientras unos le quitan la cadena de oro y las sortijas, otros le echan atrás la cabeza y lo desangran como a un cerdo. A La Soufflebottoniére y a no sé cuántos les levantan los faldetes del peto y les disparan el arcabuz en las entrañas, reventándolos dentro de su armadura, pumba, chof, que da grima, te lo juro, sólo recordarlo. Así me los van haciendo palmar uno por uno, a mes enfants de la patrie, bang, ris, bang, ras, y me quedo más solo que la una. Alone, que diría el gordinflas de mi primo Enrique VIII, el hijoputa, ahí tan campante en Londres descabezando esposas y ñaca-naca, mientras disfruta con el espectáculo de ver los toros desde la barriere.


Y EN ESAS SALE MI NÚMERO, O SEA, QUE ME LLEGA EL TURNO. Quiero decir que a mi caballo, el fiel Gastón Royal Fashion, le pegan varios tiros en la cabeza, bang, bang, y me voy abajo con todo mi golpe de armadura, zaca, pegándome una costalada de veinte pares de cojones. Pero mucho ojito, cherie, soy un rey francés y para cojones los míos; así que intento levantarme a pesar de la armadura, y cuando casi lo he conseguido meneo la espada dispuesto a morir empachado de gloria como el resto de mis pobres muchachos. Pour la France. Pero cuando echo un vistazo alrededor y veo la que se me viene encima, el tropel de fulanos barbudos con los ojos inyectados en sangre que se arroja directamente a mi real pescuezo, me lo pienso mejor y digo bueno, vale, voyons, soy el rey, a ver aquí a quién hay que rendirse. A ver si nos organizamos un poco. Pero la cosa no está nada clara, porque en mitad de la pajarraca me caen encima varios de esos cromañones, y uno, con las manos ensangrentadas, la cara tiznada de pólvora y una cara de loco que te cagas, llega y me dice: «Errenditú, bástela barrabillak mostuko dizkiat». Y yo me digo que tiene delito la cosa, seis años estudiando español con un profesor nativo particular, figúrate, y el tal profesor en plan pelota, perfecto, majestad, un acento que ya lo quisiera Carlos V, etcétera, y ahora resulta que estoy aquí en una batalla y con el ruido y la vorágine no me entero de nada. No comprendo un carajo de lo que suelta este fulano. Barra de billar, me parece que dice, pero no sé qué coño tiene que ver una barra de billar con todo este invento. Así que me levanto la visera del casco, acerco la oreja y le digo, con mucha educación y mucho tacto: «¿Pardon?... ¿Qu'esque vudit?». Y el otro, con una cara de mala leche que ni te cuento, me pone la espada en el real gaznate y me pregunta «¿Errenditú?». Y yo le contesto que yo bien, gracias, Bien de momento. ¿Y tú?, añado. Pero empiezo a mosquearme, porque de pronto se me ocurre que a lo mejor no me estoy rindiendo a un español, sino a un alemán, o a un suizo, o a un croata, o vete tú a saber. A lo mejor la he cagado, me digo, y éste sólo pasaba por aquí y no manda un huevo, o es de otra guerra. Así que decido no rendirme, y me bajo otra vez la visera del casco, y le tiro al fulano raro ese una estocada, pero le fallo. Y no veas cómo se pone, el tío. Ya ni dice errenditú, ni errendiyó, ni barra de billar ni nada, sino que empieza a darme sartenazos con la espada, que se los voy parando de milagro, y al final, sin resuello, me subo otra vez la visera y le digo vale, tío, me has convencido, me rindo. ¿Capichi? Je suis le roi, y me renduá pero ya mismo. Rendemoi. Así que deja de darme espadazos en los huevos. Y en estas llega otro español, o lo que sean estos fulanos, y le dice al energúmeno: «Juantxu, detente pues. Rey francés es, trincado lo hemos. Aúpa Hernani». Y entonces empieza a llegar gente y a abrazarse y a decir aúpa, aúpa, y resulta, al fin me entero, que los que me han trincado son de una compañía de arcabuceros guipuzcoanos, y que el energúmeno se llama Juan de Urbieta y es de un sitio que por lo visto le dicen Hernani, y que eso que mascullaba del errenditú y la barra de billar significa literalmente, en su lengua de allí: «O te rindes o te corto los cojones». Que ese es el problema, ahora me doy cuenta, que tienes con los españoles en esto de las guerras: que vas a rendirte con toda tu buena fe, y si no controlas la cosa lingüística, depende con quién caigas pueden darte matarile por el morro, mientras tú miras alrededor desesperado en busca de un intérprete. Como si ya no tuvieran bastante peligro por sí mismos, estos hijoputas.


EN FIN, CHICA. QUE AQUÍ ME TIENES, COMIÉNDOME MÁS TALEGO QUE EL CONDE DE MONTECRISTO, mientras espero que a mi primo el emperador se le ponga en los huevos soltarme. La torre ésta de Los Lujanes no es mal sitio: un poco oscura y húmeda, pero me consuelo pensando que peor están ahora mis nobles caballeros, La Soufflebottoniére y los otros, la créme de la créme y todo eso, putrefactos y a dos palmos bajo tierra. Sic transit gloria mundi, que decía no me acuerdo quién. Demóstenes, me parece. O uno de ésos. A mí, volviendo a lo importante, me toca, créeme, la prueba más cruel, lo más duro y terrible: seguir vivo. Pero no me quejo, porque mi vida no es mía -por eso no dejé que me mataran en Pavía, y muy a mi pesar, haciéndome gran violencia ética, pedí cuartelillo- sino de Francia.

Y quien vive hoy puede luchar mañana. O pasado mañana. O vete tú a saber cuándo. Respecto a mi libertad, Carlos dice que de rescate ni hablar, que eso es muy antiguo y que desde el Amadís no se usa, y que a ver si me creo que soy Ricardo Corazón de León. Que menos lobos, Paquito, dice -no te puedes imaginar lo que me revienta que me llame Paquito-. Aprovechándose de los trenes baratos, ahora se ha puesto flamenco y quiere que le devuelva la Borgoña, y que abandone mis pretensiones sobre Flandes, y sobre Ñapóles y Milán, y un montón de cosas más. Mucho me temo que con esto de Italia y Flandes y con esa gente que los españoles están mandando para América –tiemblo sólo de imaginar al errenditú y sus colegas en América- estos cabrones van a crecerse mucho, y a ese chico, Carlos, y a su familia les espera por delante una buena racha, y que al menos por un siglo o dos nos van a dar bastante por saco a nosotros, a Europa, e incluso a Su Santidad, que les tiene tanto miedo en Italia que no le cabe un cañamón por el ojete. En fin, qué remedio. Ya vendrán tiempos mejores; hasta entonces, ajo y agua. El caso es que dice Carlos que si le doy mi palabra de honor de caballero de que respetaré esos compromisos, me da boleta pero ya mismo. Y la verdad es que me lo estoy pensando.

Me refiero a lo de dar la palabra de honor, que es gratis, porque lo otro no pienso darlo ni harto de rioja, que es un líquido al que aquí -no te rías, cariño- llaman vino. A fin de cuentas, eso se arregla luego con retractarme de lo prometido cuando esté otra vez libre y en Francia. Que de caballerosidad y honra ya tengo lo mío, maldita sea mi estampa. Tengo murga de ésa por un tubo: tararí, tararí, y al final de tanto tararí, uno, por muy caballero y muy elegante y mucho real paquete que marque, termina con el errenditú de los cojones, el Juan de Urbieta ése y toda su cuadrilla de vascongados, de españoles o de lo que sean, encima de la chepa y dándote las del pulpo. Mucho me temo, chata, que los tiempos están cambiando. Y que esta vez, en Pavía, Francia et moi hemos hecho bastante el gilipollas.

Te adoro, etcétera.

FranÇois





"...es el verbo de la Historia Militar de España,porque alli donde se ha combatido en mar o en tierra,siempre ha habido un soldado de Infanteria de Marina...
Conde de Torre Velez(Parlamento 1904)."

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 10 Abr 2011 15:32 #53901

  • Annibal
CHATEAUX en ESPAGNE¡¡

De que libro es esto..¿se conoce? es de una publicación en prensa...

A Arturo le leo algunas cosas; Otras no se las leo; no vaya a ser que me cabreee con el sin necesidad.

La verdad es que a este chico (perdon) a este caballero (andante) le vino muy bien para su personalidad ser corresponsal de guerra:.fortaleze el caracter

Muy bueno Caudillo:

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 10 Abr 2011 22:19 #53927

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 10 Abr 2011 22:50 #53928

quE ARTE

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 11 Abr 2011 17:14 #53951

  • Annibal
Si se lee una segunda vez; y hasta una tercera es sublime; pero las mejores perlas son;

"que coño pasa..Mondieu"....Francisco I preguntando; mientras sale de la tienda..( respecto al ataque nocturno de los españoles).

Luego; el destino y final..del Duque de la "Refanfinfleré"

Y por ultimo Tambien esta bien..(cuando le llega el turno a Francisco I y cae del caballo)...Perez-Reverte hace bien y describe que dijoXD; "pero mucho ojito, Cherie; soy un Rey frances y para cojones los mios"..

Perfecto; hay que tratar con sumo respeto y valor al enemigo y mas aun en la derrota.

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 11 Abr 2011 17:40 #53954

Saludos,

Muy grande el "Maestro". En su línea siempre .

Es un viejo artículo, pero nunca me canso de leerlo.
Éste y el de "Perros Ingleses", son las joyas de la Corona :orko:.

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 11 Abr 2011 18:30 #53956

EPG, ¿ ese es el de los perros que cargaron junto a la brigada ligera?????, Es buenisimo, lo voy a buscar y lo posteo.






"...es el verbo de la Historia Militar de España,porque alli donde se ha combatido en mar o en tierra,siempre ha habido un soldado de Infanteria de Marina...
Conde de Torre Velez(Parlamento 1904)."

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 12 Abr 2011 15:24 #54029

  • Annibal
EPG; tiene mas razón que un santo; en "Perros Ingleses" Reverte se ensaña (con evidente razón) de otra forma..en la JODIA batalla de PAVIA Perez-Reverte utiliza la riqueza y metodos del Diccionario español para formar frases pretendidamente "ofensivas" pero elocuentes, con suma elegancia y retorica; mezclando la finura Francesa en sus expresiones cotidianas; lo que da un resultado mucho mayor; pues la mezcla de ambos estilos; es inigualable..

Es que..no me jodais¡¡..Mondieu¡¡

Perros Ingleses ya se posteo en los anteriores foros de Historia Celtiberos; pero si; Caudillo lo encontrase podremos diferenciar los diferentes estilos al tratar al enemigo ancestral con inigualable sabiduria.
Última Edición: 12 Abr 2011 15:25 Por .

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 12 Abr 2011 15:35 #54032

Saludos,

Esos perros ingleses

Tengo un bonito grabado original, regalo de mi extinto vecino Marías e impreso en 1801. Es un aguador que aparta de su paso a unos canes molestos, y se titula: Malditos perros Ingleses. Y hoy titulo también así porque acabo de recibir la carta de un lector indignado: un amigo que echa chispas porque cuando Pinochet fue devuelto a Chile, privando a la razón y a la justicia de un grandísimo hijo de puta al que meter mano, Margaret Thatcher tuvo el entrañable detalle de regalarle a don Augusto un grabado sobre la derrota de la Invencible, o Trafalgar, o algo así. Porque, una vez más, los españoles habían sido derrotados como siempre lo fueron por los ingleses, etcétera. La tía lo hizo para expresar su solidaridad gremial e ideológica, y su agradecimiento porque, cuando las Malvinas, Pinochet ayudó a que las tropas británicas, profesionales bien equipadas, masacrasen impunemente a un ejército de desgraciados adolescentes argentinos a los que llevaron al matadero unos españoles irresponsables y asesinos, presididos por un general estúpido y borracho. En ese contexto, muy dolido por el recochineo de la dama de hierro —que también es de las que se conservan en alcohol—, ese lector apela a nuestra memoria histórica y pide venganza. Dales caña a esos cabrones, me exige, sin especificar si el término se reduce a don Augusto y su tronca, o si debo hacerlo extensivo a todos los hijos de la Rubia Albión, e incluso a mi vecino de página por aquello de las afinidades electivas. En la duda, y sin que ustedes vean esto como un arranque patriótico por soleares, sino como un higiénico ejercicio de la memoria, pongo manos a la obra mediante dos o tres bonitas anécdotas. Verbigracia. Hace un par de semanas les refería a ustedes que Patrick O'Brian, que en paz descanse haciendo nudos marineros a la derecha de Dios, no podía tragar a los españoles y en sus estupendas novelas náuticas siempre salimos como piltrafillas que no se lavan y que además son crueles y cobardes. Y todo el rato se nos compara con Nelson, compendio de virtudes anglosajonas y británicas, orgullo nacional nunca batido y demás. Por eso, si de algo le sirve el dato al prurito patrio de mi querido lector y comunicante, le diré entre nosotros que la Thatcher no tiene ni puta idea. Es cierto que sus compatriotas nos han fastidiado en el mar bastante más de lo que apetece recordar. Pero de ahí a lo de la imbatibilidad media un abismo. Y como estas cosas parece que ninguna autoridad competente española las sabe —el Lepanto—, y si las sabe no se acuerda, y si se acuerda no se atreve a decirlo, no sea que los imbéciles que consideran que la Historia es patrimonio exclusivo de la derecha lo llamen facha, ésta es una buena ocasión para recordar, por ejemplo, que ya mediado el siglo XVIII, y con los chulitos ingleses casi dueños del mar, el marino español Juan José Navarro rompió el cerco de la escuadra británica en Tolón con doce navíos y un par de huevos, y se abrió paso a cañonazos entre treinta y dos buques ingleses, con un millar de muertos muy equilibrado por ambas partes. Y que poner una columna y una estatua en Trafalgar Square le costó a la Gran Bretaña la vida del imbatible Nelson, once navíos desarbolados y fuera de combate y mil cuatrocientos muertos, en un combate donde los españoles —para su desgracia— estuvieron mandados por un francés y no precisamente mirando. Y en cuanto al propio e imbatible Nelson, que todos los ingleses saben manco del brazo derecho, incluso los mismos textos británicos evitan cuidadosamente mencionar que ese brazo lo perdió en 1797, cuando con toda la arrogancia y superioridad anglosajona de la marina de Su Majestad intentó desembarcar 1.500 hombres para conquistar Santa Cruz de Tenerife, defendida por despreciables españoles, y las tropas inglesas, que llegaron muy flamencas y muy sobradas, tuvieron que capitular ante la mano de hostias que les dieron los isleños, que los achicharraron vivos haciéndoles trescientos muertos y enviando a don Horacio Nelson, que fue a tierra con dos brazos, de vuelta a su barco con sólo uno. Los sucios indígenas.

Así que como ves, amigo lector, basta con hojear un libro de Historia anterior a la LOGSE para que en ese tipo de cosas te consideres vengado de sobra. A lo largo de los siglos hubo leña para todos; y cualquiera, hasta el imbatible Nelson y la madre que lo parió, tiene a la espalda tantas horas de gloria como de vergüenza o de fracasos. La diferencia es que los ingleses procuran olvidar sus desastres, o los convierten en gloriosas cargas de caballería, como esa gilipollez de Balaclava — aunque ningún Tennyson compuso poemitas cuando los japoneses les dieron bien por saco la Navidad de 1941 en Singapur—. Mientras que los españoles somos tan idiotas y tan miserables que nos avergonzarnos de las hazañas, o las utilizamos para reventar al vecino.

30 de abril de 2000

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 12 Abr 2011 15:47 #54033

  • Annibal
Gracias EPG; ya podemos diferenciar ambos estilos.

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 12 Abr 2011 21:28 #54072

  • Albers
  • DESCONECTADO
  • Edil
  • Temas: 72
Este caballero es un Maestro de la literatura y además tiene gran razón en prácticamente todo lo que dice.

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 10 May 2011 13:54 #55316

No se si es muy ortodoxo...pero mis alumnos lo han leido en clase...

Por cierto, el relato proviene de un verano en el que El País publicaba algo así como cuentos para el verano, o relatos cortos para el verano...

Saludos!!

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 10 May 2011 14:02 #55319

Fantastico Kraken!!!.

Parafraseando al abate Faria del Conde de Montecristo. " Te dare algo que nadie nunca te podra quitar. Edmundo responde "La libertad???. No, eso ya te lo han quitado. La cultura.



Pd: perdomad por los acentos pero mi tecaldo esta jodido





"...es el verbo de la Historia Militar de España,porque alli donde se ha combatido en mar o en tierra,siempre ha habido un soldado de Infanteria de Marina...
Conde de Torre Velez(Parlamento 1904)."

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 10 May 2011 14:44 #55323

Buenísimo! sin palabras, estoy currando como un c*** bueno , (Frances o ingles de la época )y me estoy partiendo todo el ojal de la solapa...

Gracias por revivir el post!

Re: LA JODIA PAVIA (1525) 10 May 2011 17:05 #55329

CeltíberoCaudillo escribió:

...
Pd: perdomad por los acentos pero mi tecaldo esta jodido


No the pocupes, te se a hentendido mui vien.


Salusdos
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